jueves, 18 de diciembre de 2008

Pascual Perez en Manila


El 15 de diciembre de 1958, el boxeador mendocino le ganaba en Manila, Filipinas, a Dommy Ursúa por puntos ante una concurrencia de 45 mil personas, que marcaron un récord para ese país. Era la 7ª defensa del peso mosca nacido en Tupungato.

”Pascual Pérez de Argentina dio una demostración magistral de boxeo esta noche al retener el título, contra el retador filipino Dommy Ursúa”.

También los comentarios de la pelea decían: “Las 45.000 personas que fueron a la pelea vieron el dominio del argentino. No hubo dudas respecto al ganador aunque el local conmovió al campeón por los menos tres veces con sus ataques furiosos. Pero el bailoteo y juego de piernas de Pérez y sus combinaciones de jabs de izquierda, con ganchos de derechas y golpes cruzados, se opusieron a los ataques del valiente filipino”.

El Rizal Memorial Stadium de Manila, la capital de las Islas Filipinas, tuvo el récord de asistencia para un pelea.

Al pequeño León mendocino de 49,800 kilos y 1,50 metros de altura no lo perturbaron la multitud ni los gritos de la gente. Pascualito no tuvo miedo escénico y mantuvo su invicto de 47 peleas, con 46 ganadas (36 por nocaut) y un empate.

El campeón argentino de 32 años resultó demasiado rápido y experimentado para el adversario de 25 años y de 50,800kg. El propio alcalde de Manila, el ex boxeador Arsenio Lacaon, elogió a Pérez: “Tuvo el dominio completo durante toda la pelea, hizo que Ursúa peleara como él quería. ¿No fue notable lo de Pérez?, siempre pegaba aunque fuera retrocediendo. Tiene un par de piernas maravillosas. Un soberbio boxeador”.

Y quizás esa definición sirva para describir las cualidades de un boxeador que muchos lo incluyen entre los mejores peso mosca de toda la historia.

El fallo fue unánime de los tres jurados que vieron ganador al argentino.

Un día antes de la pelea, el 14 de diciembre de 1958, Racing Club con el mendocino Pedro Manfredini se consagraba campeón del fútbol profesional de nuestro país, dos fechas antes del final.

Y ese mismo domingo concluía el Gran Premio de Turismo Carretera, que había recorrido 5.491 kilómetros por rutas argentinas, con la victoria de Juan Gálvez, quien necesitó 39 horas, 50 minutos y 28 segundos. Segundo fue Marcos Ciani y tercero Oscar Gálvez (nombre que lleva el autódromo de Buenos Aires). La última etapa unió Bahía Blanca con Capital Federal. El promedio de la carrera fue de 137 kilómetros por hora.

Pascual Pérez fue uno de los boxeadores de mayor trascendencia en la historia porque además había sido como amateur campeón olímpico en los Juegos de Londres en 1948. El 11 de noviembre de 1952 se hizo profesional. Y en 1954 le empató al japonés y campeón mundial Yoshio Sirai en el Luna Park. Por eso le dio oportunidad para pelear por el título y el 26 de noviembre Pascualito obtuvo la corona en Tokio.

Pérez no perdió el tiempo y peleaba muy seguido. Un ejemplo se da con el apretado calendario que tuvo al final del ’58 cuando peleó en Santo Domingo en agosto, en las Antillas Holandesas en noviembre –sin que estuviera en juego el título mundial–, en Filipinas en diciembre defendió el cinturón y volvió a combatir en Tokio en enero y en febrero. Como consecuencia, ante Sadao Yaoita perdió el invicto en la primera de las peleas del ’59.

En el ’60 perdería el título y nunca más lo pudo recuperar, aunque siguió peleando muy seguido por sus necesidades económicas debido a las malas inversiones.

Pero siguió siendo un León en el reino de los peso mosca.

Muchacho peronista
La recaudación de la pelea ante Ursúa fue de 1.138.000 dólares pero en esos tiempos las bolsas de los boxeadores eran inferiores a las actuales. A Pascualito le dieron 40 mil dólares y al local sólo 4 mil.

Esa vez, Pérez no dedicó públicamente su triunfo al ex presidente Juan Domingo Perón, exiliado en República Dominicana. Se comunicó por teléfono desde el hotel para comunicarle el resultado de la pelea.

La bolsa que le correspondió (40 mil dólares) la giró a República Dominicana.

El muchacho peronista era fiel a su líder político.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La noche mágica de Nicolino Loche


Fue tan mágica que acá, en esa mañana del 12 de diciembre de 1968, el país entero prendió la radio para seguir la pelea por el título mundial de los welter juniors

Esa noche en Japón fue mágica. Tan mágica que acá, en esa mañana del 12 de diciembre de 1968, el país entero prendió la radio para seguir la pelea por el título mundial de los welter juniors. 

Y ese hombre mendocino de 29 años que ya había hecho una larga carrera boxística estaba frente a frente, en Tokio, con el campeón mundial, el japonés Paul Fuji, para tratar de quitarle el título. 

Ni hablar en esos tiempos de peleas por TV en directo, recién unos días después, los argentinos pudimos ver el show de Nicolino en blanco y negro. ¡La pelea por el título mundial en diferido! 
Hace exactamente 40 años, El Intocable, como se lo apodaba a Locche por su inconfundible estilo para esquivar los golpes, le daba a Argentina el tercer título mundial de boxeo después de los de otro mendocino, Pascual Pérez, y Horacio Accavallo. 

El Veco fue el enviado especial de El Gráfico y escribía: “Allí está el Intocable, trabajando con la izquierda adelantada. Fuji no sale a apurar y tira un golpe que se pierde en el aire”. Así terminarían la infinidad de golpes que tiró el campeón. “La izquierda de Locche ya es un látigo en esa primera vuelta”, y esa iba a ser otra de las características del combate. 

Mientras Locche mantenía el centro del ring, el hawaiano-japonés trataba de llegar en corta distancia “pero los 3 meses de entrenamiento de Locche están vivos en esas piernas que se entregan en una danza continua, casi sin tocar el piso, no ofreciendo jamás un blanco fijo”, escribía el periodista en El Gráfico Nº2.567, que por estos días es un objeto para coleccionistas. 

“Fuji trata de arrinconar a Locche en una esquina neutral y se va a lo toro a buscarlo. Pero Nicolino ya no está y Fuji se zambulle espectacularmente, y cae sobre la piscina de lona... un campeón mundial en el ridículo máximo para un boxeador, y el torero de pantalones cortos allí al lado”, decía la crónica. 

La gente en el estadio en Tokio enmudecía y no podía creer que un boxeador escapara tantos golpes y que el de enfrente fuese tan efectivo para esquivar y tan exacto al pegar. 

La cara de Fuji se iba agrandando, sus ojos se achicaban aún más, porque los golpes de Nicolino llegaban seguros y muy seguidos. 

Ya en el quinto round se cerraba al todo un ojo de Fuji. La izquierda del mendocino sigue martillando en la cara de Fuji: “La zurda de oro sigue su monólogo virtuosista”. 

En el 7º round se notaría que a Fuji le había costado dar el peso (63,500kg), avanzaba y se perdía entre tanto Intocable que tenía enfrente. El pupilo de Don Paco Bermúdez estaba cada vez más seguro, como si hubiese nacido en Tokio. 

El noveno fue la exhibición mayor con Nicolino colocando cada golpe en la cara del local. Fuji parecía aturdido, ciego y atormentado. No aguantó más. 

En el décimo, Fuji no salió a pelear y el árbitro Nick Pope le levantó la mano al nuevo campeón mundial. 

El gran Nicolino, el mago, el Chaplin, había consumado la obra más brillante de su vida.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Don Alfredo Di Stéfano del ’69


14 de diciembre de 1969. Boca era el mejor del Nacional. El equipo, que era dirigido por Alfredo Di Stéfano, lograba empatar con River en la última fecha y daba la vuelta en el Monumental. Jugaba el mendocino Roberto Rogel, surgido del Lobo del Parque. Ese Boca perdió un partido de los 17 jugados y fue contra San Martín de Mendoza. Por la 13ª fecha el Chacarero lo derrotó de visitante por 1 a 0, con gol de Achaval.

“Ese Boca había crecido de la mano de Alfredo Di Stéfano. Pienso ahora en lo que debe sentir un jugador de fútbol cuando frente a él se planta un entrenador como Di Stéfano, verdadera leyenda viva en el fútbol mundial, considerado como uno de los los 3 o 4 mejores de todos los tiempos”, escribió Roberto Fontanarrosa en su libro No te vayas campeón, en un capítulo titulado “Más velocidad que blindaje”, referido al Boca campeón de 1969.

Por eso, en esta página están los testimonios de dos personas que vieron a ese equipo dirigido por Alfredo Di Stéfano. Uno es el Negro escritor y dibujante fallecido el año pasado, gran admirador y asiduo poblador de las tribunas del fútbol argentino. Y el otro es propio director técnico, en su libro de memorias Gracias, vieja.

El 14 de diciembre de 1969 Boca se consagraba campeón al empatar con River en el Monumental por la 17ª y última fecha, con el mendocino Roberto Rogel, surgido de Gimnasia y titular indiscutido en uno de los mejores equipos argentinos de toda la historia.

Fontanarrosa lo definía así: “Armó un equipo de Boca (...) liviano, flexible, modular, basado en el manejo de la pelota y la habilidad antes que en la lucha y la garra, atributos básicos de la cultura xeneize”.

“Di Stéfano, quizá debido a su pasado de jugador polifuncional de no atarse a ningún rincón del campo de juego, ubicó allí, de 5, al Muñeco Madurga, que tenía una enorme movilidad, muy buen manejo, toque y definición. Sacudió a la cátedra partiendo desde la mitad de la cancha, raudo, para llegar al vacío a convertir como el más acostumbrado de los definidores... rodeado de un grupo de jugadores de su misma sintonía”.

“Por si la cuota de talento y creatividad fuera escasa, también estaba Rojitas. La cintura más famosa del fútbol argentino. En ese conjunto podía hallarse también la cuota de vigor y potencia que todo hincha de Boca reconoce. Rogel acompañaba a Meléndez, como para hacer más notorias las diferencias de estilos”.

Don Alfredo escribió sobre ese equipo: “Hacíamos cosas como el Madrid mío. Jugábamos un 4-3-3. A mí me gustó siempre que el delantero centro se tirara atrás (Novello) para tener superioridad numérica. Tenía dos punteros abiertos que eran maravillosos (Ponce y Peña). Cuando teníamos la pelota , se iban cuatro volantes y el lateral derecho (Suñé), que era un espectáculo”.

También recordó “cuando debutó el pibe Peña y los hinchas del Boca decían: ‘Pero, ¿quién es éste?’, debutaba contra Independiente, que tenía un lateral izquierdo que era uruguayo, que fue famoso, Pavoni. Al final del partido, vino el uruguayo y me dijo: ‘Maestro, ¿qué me has puesto, un defensa central aquí al lado mío?, me cagó a patadas...’ Ésa era la personalidad que tenía Peñita con 18, 19 años y era potente, fortísimo. ‘A ese Pavoni te lo tenés que comer’, le contesté. Y vaya si se lo comió, ganamos 3 a 1. Otro especial era Rojitas. Un chico caprichoso, de esos que necesitan que les des cariño, que les pasés la mano por el cuello. Como jugador de fútbol era un caradura de primera. Le daba lo mismo enfrentar a tres en el área, se los comía, se los llevaba y estaba Madurga, de esos mediocampistas que van en profundidad y se meten al área no al lateral. Con Novello se entendían de maravilla, porque en el fútbol los dúos, las parejas son fundamentales...”.

Si lo dice don Alfredo, es palabra autorizada.

Muy efectivo

29 puntos sumó Boca con una notable efectividad con 17 jugados, 13 ganados, 3 empatados y uno perdido. Tuvo 35 goles a favor y 11 en contra, y superó a San Lorenzo y River con 27.

Al ganador le daban 2 puntos por triunfo y si fuese como en la actualidad hubiese sumado 42 unidades en 17 partidos. 

Imágenes

Boca del ’69. Rogel, Meléndez, Sánchez, Suñe, Madurga y Marzolini. Abajo: Ponce, Rojas, Novello, Medina y Peña.

Don Alfredo. Antonio Roma y Di Stéfano gritan un gol desde el banco.

Sólido. El mendocino Rogel.

jueves, 4 de diciembre de 2008

La pelea Alí - Bonavena


El 7 de diciembre de 1970, el boxeador argentino Ringo Bonavena caía por nocaut técnico en el 15º round con Mohamed Alí en el Madison Square Garden, de Nueva York. Fue una gran pelea de Ringo, que logró derribar al "más grande de todos los tiempos".

Se mimetizó con su ídolo. Copió muchas de las conductas que habían hecho grande a Cassius Clay (que en su conversión musulmana sería Mohamed Alí).

Por eso, en la vida loca de Oscar Natalio Bonavena estaba el Ringo boxeador, el Ringo cantante (con el famoso Pío pío cantado en el programa de Pipo Mancera), el Ringo actor (en el teatro El Nacional con Zulma Faiad), el Ringo empresario (tenía un café-bar con su nombre) y tantos otros, que llamaban la atención en cada paso.

Ese hombre nacido en 1942 se hizo boxeador y comenzó a ganar entre los aficionados. Logró dos títulos a nivel argentino y sudamericano pero en 1963, cuando tenía enfrente a Lee Carr en el Panamericano de San Pablo, Brasil, le mordió el pecho a su rival y fue descalificado. La Federación Argentina de Boxeo lo sancionó.

Por esa razón emigró a Estados Unidos y se hizo profesional. Su debut ante Lou Hicks lo ganó por KO en el primer round y así comenzó su carrera en los rings de Norteamérica. Era el 1 de marzo de 1964.

Unos días antes, el 25 de febrero de 1964, Cassius Clay (el campeón olímpico de Roma en 1960) se convertía en un joven campeón mundial de peso pesado al vencer a Sonny Liston.

El Bocón de Kentucky había logrado su objetivo y vaticinaba en cada pelea cuando iba a derribar al que tenía enfrente. Se pasaba a llamar Mohamed Alí.

Y Bonavena tenía su espejo en ese moreno, no tan moreno. En el Norte lo bautizaron Ringo y recién en su novena pelea perdió con el experimentado Zora Folley.

Con la sanción de la FAB ya levantada decidió volver a Argentina, a su querido barrio de Parque Patricios, para ver a Huracán (“Somos del barrio, del barrio de la Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena...”.

Ganó seis choques hasta que le llegó la ocasión de pelear por el título argentino ante Goyo Peralta. Se dice que había 22.970 personas esa noche del 4 de setiembre en el Luna Park, lo que constituía un récord de público. Después lo modificaron, le pusieron butacas y se achicó la capacidad.

Alí seguía defendiendo el título mundial y en 1967 se negó a incorporarse al Ejército por su condición de musulmán y porque no estaba de acuerdo con la guerra de Vietnam que sostenía su país. Lo consideraron desertor y le dieron cinco años de prisión y una multa. Además, las autoridades del boxeo declararon vacante su título mundial.

Las ganas de Alí de volver a combatir eran enormes. Le levantaron la sanción civil y deportiva en 1970 y volvió a pelear el 26 de octubre al vencer a Jerry Quarry por nocaut.

En tanto, Bonavena se había ganado el respeto con una campaña espectacular en tiempos en que había un solo campeón mundial por categoría. Ringo había peleado con ex campeones mundiales y con otros que se convertirían en los mejores como Jimmy Ellis o Joe Frazier.

Y el 7 de diciembre de 1970 se encontrarían en un ring dos de los boxeadores más mediáticos que ha dado la historia. Bonavena le dijo “gallina” a Alí en la ceremonia del pesaje y se despachó con varias de sus frases nada menos que frente al gran Bocón.

Ringo protagonizó una de sus mejores peleas y llegó a tirar en el séptimo round a su rival. Estaba encaminado a ganar por puntos o al menos a empatar, pero en el fatídico 15º round Alí lo tiró tres veces y reglamentariamente era nocaut técnico. El argentino perdió uno de sus más grandes combates, pero se ganó el cariño y la fama por su guapeza.

El fanfarrón, el loco, el inmaduro, el carismático tuvo su noche de fama en el Madison Square Garden el 7 de diciembre de 1970.

Ringo fue inigualable.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Gutierrez conquisto el titulo en 1988


El equipo que dirigió Carlos Montagnoli logró el único título que tiene en su historia al vencer a Independiente Rivadavia, en la última fecha del hexagonal, con gol de José Guardia.

Ese 27 de noviembre de 1988 quedó grabado en esa calle Maza, en el carril Ozamis, en la Padre Vásquez. Ese domingo de hace exactamente 20 años, la gente del barrio Pouyade, de la calle Boedo, de la esquina de lo Repetto y de tantos lugares clásicos de Gutiérrez, tuvo su día de gloria.

La caravana que salió del estadio Malvinas Argentinas dejó un halo celeste en su paso por la capital y al llegar a Luzuriaga fue recibiendo los afectos de esos hinchas que saludaban, de los que estaban con la ropa de trabajo de la Cristalería dispuestos a tomar su turno. El pueblo celeste de ese distrito maipucino podía festejar por primera vez un título de campeón de la Liga Mendocina de Fútbol.

Había ganado el hexagonal con los seis mejores equipos del año, para reafirmar su dominio en el torneo Clausura. Así fue superando rivales al ritmo que marcaba ese hábil volante Marcelo Herrera, hijo de Mario Carmelo, otro ex jugador celeste, que fue goleador con 12 tantos.

Y también el equipo de Carlos Montagnoli tenía una dupla central que no faltó nunca (sin sanciones y lesiones) integrada por Mario Frassón y Sergio Carrizo.

En el medio el incansable Gustavo Funes gastaba energía y el Loco Ricardo Alonso ponía la 5ª velocidad para marcar diferencias arriba.

En esos días Raúl Pedone, en el diario Hoy –actualmente ocupa uno de los cargos más altos en la redacción de Los Andes– decía: “La victoria sobre Independiente fue el más brillante corolario para el mejor año de Gutiérrez. Sereno, confiado, ordenado desde los volantes hacia atrás, el equipo comenzó a vestirse de campeón a los seis minutos de juego, cuando un derechazo en seco de José Guardia sacudía la popular norte del Mundialista y la red del arco de Garín”.

Y también se preguntaba: “¿Si Gutiérrez es equipo de cancha chica, sobre el césped del Mundialista puede perder el equilibrio?”.

Y se mencionaba que “no vinieron más goles, entonces había que esperar el final de la temporada. Preguntar si Godoy Cruz seguía ganándole a Guaymallén, aguantar el pitazo final sin sobresaltos para Edgardo Flores pues Independiente estaba herido de muerte, sin aliento para más”.

“Ya son las siete y cuarto de la tarde, Gutiérrez, Villalba ha dicho basta y la radio confirma la caída italiana. Salte la fosa, entre a la cancha del Mundialista y dése tremendo gusto de una vuelta olímpica. Por lo menos hoy, Gutiérrez, no se sienta un “chico”, terminaba la nota Raúl.

Y claro que saltaron a la cancha un hermano del Tula Castro (periodista, ex jugador y reconocido hincha de Gutiérrez), y tantos pibes que habían estudiado en la escuela Serú, en la Albino Gutiérrez, jóvenes de la Industrial, obreros de Giol, de la bodega López. Y los gritos que pegaba el Loco Bordín, presidente del club, vecino, intendente, diputado, y los Bermejo (del intendente maipucino en estos días y su familia) retumbaban en el color celeste.

El Gutiérrez que había dejado ir a Minotto (ese día fue rival), al Toni Frassón y Fernando Fredes (el actual presidente a Luján); el que ya no tenía al Botón Rodríguez ni al Guitarrón Herrera había logrado el objetivo que alguna vez quisieron los Morandini (Carlos alcanzó a jugar algunos partidos). Era el campeón de 1988. No pudo San Martín con Maladot, Logiácomo y el Pampero Hugo Coria en un torneo de la Liga que tenía un valor enorme y donde jugaban todos con gran potencial, excepto Maipú, que estaba en el Nacional B. El hexagonal quedó para Gutiérrez, para los Perros, que ahora lo tienen como un seudónimo jocoso y lo aceptan como Perro Dinamita.

Y ahí estaban los Bianchinelli atragantados de euforia, con veinte años menos y eufóricos, que no olvidarán ese 27 de noviembre del ’88. El día gutierrino.

Imágenes

1. Gutiérrez campeón. Mauricio Cuello, Mario Ferreyra, Gustavo Flores, Mario Castro, Sergio Carrizo, Mario Frassón, Edgardo Flores, el dirigente Córdoba, Aldo Prado y el DT Carlos Montagnoli. Abajo están: Walter Gómez, Néstor Oviedo, Gustavo Funes, Ricardo Alonso, José Guardia, Mauricio Lucero y el masajista Cornejo.

2. Su gran año. Marcelo Herrera es llevado por los hinchas celestes.

3. Motorcito. Gustavo Funes

jueves, 20 de noviembre de 2008

Campeones del Mundial de Hockey sobre Patines de 1979


Desde ese 11 de noviembre de 1978 el seleccionado argentino de hockey sobre patines se metió entre los grandes de ese deporte.

Porque fue la noche consagratoria del equipo que armó Santos Álvarez con sanjuaninos, tres mendocinos y un porteño.

Fue en el estadio de Parque de Mayo de San Juan en donde Argentina derrotó a España 3 a 1 en la última fecha con goles de Mario Agüero, Daniel Martinazzo y Carlos Coria.

En el historial de los mundiales el dominio se lo repartían España y Portugal y salvo en los inicios en la década del ’30, cuando lo ganó Inglaterra, o alguna sorpresa de Italia, todo quedaba en la Península Ibérica.

Los argentinos habían tenido su bautismo en torneos mundiales en 1960, en Madrid, y debieron pasar 18 años para que la celeste y blanca tuviera su vuelta olímpica. No había podido ser en 1970 cuando Argentina y la ciudad de San Juan fueron sede por primera vez de un Mundial.

Pero en ese ’78, con los mendocinos Mario Rubio, Ángel Maldonado y el arquero Julio Briones en el plantel, llegó el festejo mayor. Ese equipo se atrevió con las potencias y pudo hacer valer la habilidad con el stick, el patinaje casi acrobático y la fortaleza del jugador argentino. Y todo fue distinto porque se valorizaron los jugadores, emigraron a Europa en gran número, como antes había sucedido sólo en forma aislada.

San Juan fue una fiesta del 1 al 11 de noviembre y conseguir un boleto era toda una proeza.

Según estimaron, en la noche final había 11 mil personas en el Parque de Mayo de San Juan.

Mario Rubio, el jugador de San Martín, fue el que más entró entre los mendocinos, e imponía su capacidad defensiva y su salida rápida. La cuota de gol la tenían Mario Agüero (19) y Coria (16) y el talento pasaba por la presencia de Daniel Martinazzo.

Argentina obtuvo su primer mundial (de los 4 que posee) y esa noche se convirtió en potencia.

Imagen
1.Alegría en San Juan. Mario Agüero, Mario Rubio, Ricardo Trivisonno y Ángel Maldonado en el festejo en el Parque de Mayo.
2.Argentina campeón mundial ’78. Arriba: Maldonado, Trivisonno, Raúl Martinazzo, Agüero y Daniel Martinazzo. Abajo están: Rubio, Briones, Peña, Coria y Andino.
3.La foto de El Gráfico se realizó con los campeones del mundo argentinos del ’78. Martinazzo, Suñé (Boca, en la intercontinental), el boxeador Hugo Corro y Daniel Passarella.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Bruno Rodolfi en la Selección

Con la presencia del mendocino Bruno Rodolfi, surgido de Gimnasia y Esgrima, que jugaba en River Plate, la Selección nacional vencía a los uruguayos por la Copa Lipton. Rodolfo tuvo una gran tarea como centre-half (número 5).

Se había ido de gimansia y Esgrima en 1934 nada menos que a River, en donde brillaban Bernabé Ferreira, Pedernera y tantos otros. Y el mendocino tuvo que pelear el puesto nada menos que con José María Minella -el estadio mundialista marplatense lleva su nombre- el puesto número cinco, denominado centre-half (centrojá) para la época.

Y se dio algo muy curioso porque en esos años en varios partidos uno que era suplente en Ríver era titular en la Selección argentina.

El mendocino fue campeón en River en el 36, 37, 41 y 42, y en su estadía en River se fue gestando La Máquina con la famosa delantera de Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Lousteau, en donde Rodolfi vestía la número 5.

Su debut en la Selección argentina se produjo el 10 de octubre con un triunfo ante Uruguay en el Centenario por 3 a 0. Pero un mes después, el 11 de noviembre de 1937, en el estadio de Independiente de Avellaneda, por la Copa Lipton (se jugó desde 1905 a 1992) Argentina vencía a los uruguayos por 5 a 1.

El diario La Nación decía del mendocino: "Rodolfi jugó acertadamente sin altibajos con un estándar de juego constante, regular, de ininterrumpida eficacia. Posiblemente la clase de juego que desarrolla influye en su contra, para los ojos de la parte del público que gusta de una acción de apariencia más desenvuelta, más elegante, por así decir. Para Rodolfi son preciosísimos que no necesita para lucirse, demostró que el equipo argentino contó con un gran centre-half".

Fue tan eficaz en el juego defensivo, como acertado en el apoyo: de alto, especialmente cuando la pelota era lanzada por los guardavallas parecían buscarlo, tal fue el acierto de su colocación y empeño. Inició las jugadas del 1º y 5º coles.

Ese día estuvo en la cancha con figuras legendarias como Antonio Sastre de los Rojos o Masantonio de Huracán y sus compañeros Peucelle y José Manuel Moreno.

Y Rodolfo salió del Lobo del Parque.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Bodas de oro del Deportivo Maipú


El 2 de noviembre de 1958, los Cruzados lograron su segundo título de la Liga Mendocina de Fútbol. Superaron a Luján Sport Club por 3 a 1. Hubo caravana y festejo en la plaza maipucina.

El gol de Andino para Luján Sport Club paralizó los miles de corazones cruzados que estaban en la cancha del Bajo.

Esa tarde, los Granates, como siempre ocurría en esos tiempos, se habían cambiado las camisetas para utilizar una blanca con la franja al medio, para distinguirse del rojo y blanco del Deportivo Maipú.

Pero los corazones maipucinos volvieron a latir con el empate, a los pocos minutos del primer tiempo.

Y en el desaparecido Diario de Cuyo la crónica decía “Bayerchús puso su extraño apellido en la gloria de un anhelo, a los 11 minutos y luego a los 37. La suerte estaba echada, también el alambrado. La invasión al campeón, los jugadores en andas medio vestidos. Los estandartes poniendo el aire color Maipú”.

Y continuaba “se organiza la caravana de la victoria: preceden las motos y se alternan autos y camiones... llegaron a la plaza 12 de Febrero y estaba lloviendo torrencialmente. El pueblo los estaba esperando, apiñado y compacto... la historia dirá algún día que el campeón nació en la última chance a la vera de un río”.

El Deportivo Maipú de Raimundo Orsi, el Mumo, había logrado su segundo título de la Liga Mendocina de fútbol el 2 de noviembre, venciendo a Luján por 3 a 1 en la última fecha.

El equipo tenía varios foráneos llegados del fútbol profesional como Ángel Guibaudo (iniciado en Racing), Pascual Robito (Banfield), José Calderero (reserva de Boca), Alberto Gorostieta (Independiente de Avellaneda), Luis Aníbal Wilson (iniciado en Gimnasia LP y que venía de Chile), Waldemar Rodolfo Bayerchús (libre), además de los mendocinos Santos Nieto, Raúl Correra, Antonio Spitalieri, Aldo Palazzo, Mario Castro, Oscar García y los más juveniles Aldo Pizzolato y Carlos Tejada.

Orsi había logrado llevar al Deportivo Maipú a lograr dos títulos en seis años. Después pasarían 27 años para que llegara otro festejo. Por eso, lo hecho por el Mumo fue muy meritorio.

El ascenso

El 8 de noviembre de 1933, Deportivo Maipú lograba el título de intermedia y ascendía a la primera de la Liga Mendocina.

El primero

El 8 de noviembre de 1953, los Cruzados lograron el primer título en primera división de la Liga Mendocina y Mumo Orsi era el DT.

Imágenes:

- Deportivo Maipú del ’58. Arriba, el masajista Salas, Antonio Spitalieri, José Calderero, Pascual Robito, Raúl Correa, Ángel Guibaudo, Mario Castro, Raimundo Orsi (DT) y el kinesiólogo Ripamonti. Abajo: Rodolfo Bayerchús, Aldo Palazzo, Luis Wilson, Eugenio Petraglia y Aldo Pizzolato, en una de las formaciones de ese año.

- Entre tres. El Negro Wilson frente a tres jugadores de Luján. El delantero fue fundamental para el título.

- La embolsa. El arquero Guibaudo, de Maipú, en un ataque lujanino.

jueves, 30 de octubre de 2008

Fangio gana su primer título


El 28 de octubre Juan Manuel Fangio iniciaba su cadena de títulos en la Fórmula 1, en Barcelona, en el Gran Premio de España, el último del año. Y para retratar el ánimo y la forma en que se tomaban esas carreras hay una anécdota que pinta la situación. El italiano Alberto Ascari, amigo y rival en el momento de la largada, estaba a sólo dos puntos del argentino; unos días antes de la carrera los dos corredores hicieron una apuesta por la que el ganador del campeonato mundial debería pagar una fiesta y el perdedor elegiría el lugar y los invitados. Con el triunfo de Alfa Romeo, Fangio debió hacerse cargo de la fiesta. El italiano vencido eligió un restorán de Milan y Fangio además contrató una orquesta española que tocó y cantó para los cuarenta invitados de Ascari.

En el circuito de Pedralbes se vio la última carrera de 1951, en donde otro argentino, José Froilán González, con una Ferrari, terminaría segundo detrás de Fangio y tercero en el campeonato.

Esta situación de dos argentinos luchando por un título mundial de F1, acontecida hace 57 años, se tornaría histórica y se repetiría en 1954, cuando Fangio fue campeón y González segundo.

En esa carrera en Barcelona, el general Franco había donado un trofeo para el campeón y las escuderías planeaban el esquema de carrera teniendo muy en cuenta el sistema de cambios de neumáticos y recargas de combustible.

Las Alfetta tenían menor capacidad de combustible y sacaban ventajas iniciales sobre las Ferrari. Fangio tenía el motor que tragaba 175 litros en 100 kilómetros y debía hacer una parada más que las Ferrari de Ascari y González.

Además Ferrari tuvo problemas con las gomas porque optó por unas más anchas (18cm en lugar de las de 17cm).

Las paradas en boxes de las Alfetta los retrasaban pero luego en carrera volvían a tomar el liderazgo sobre los autos de don Enzo Ferrari. 
Pero Fangio se mantuvo inalterable en las 70 vueltas con 2h46s54c según marcaban los relojes Longines, encargados de controlar los tiempos oficiales de la carrera. Froilán González terminó con 2h47s48c y el otro que completó los 70 giros fue Nino Farina, con otro Alfa Romero delante de la Ferrari de Ascari.

Las demás máquinas que corrieron estaban equipadas con motores Talbot-Lago, Simca-Gordini y Maserati.

Con el triunfo el Alfa Romeo retiró sus coches de la F1, por los altos costos para mantenerlos, y Fangio se dirigió a Milán con todos los trofeos y dispuesto a pagar con “todo gusto” la cena que perdió con Alberto Ascari.

El Chueco era el campeón mundial y lo repetiría 4 veces.

Empezaba la leyenda.

jueves, 16 de octubre de 2008

Gladys de Palmira


El 18 de octubre de 1978 se acababa una vida ejemplar. Gladys Ortega, una campeona mendocina, argentina y sudamericana de atletismo, moría tras sufrir una penosa enfermedad, y le dio vida a un hijo. Éste es un homenaje para esa gran deportista.

Miraba hacia adelante, calculaba los pasos, con su mano derecha tomaba la jabalina e iniciaba la carrera para despedir el implemento, que volaba por los aires y se clavaba.

La historia de esa niña que nacía el 21 de mayo de 1951 entraría para siempre en el recuerdo 27 años después, cuando el 18 de octubre de 1978 se apagaría para siempre.

Poco después de su nacimiento, su familia se trasladó de Guaymallén a Palmira y ahí Gladys Ortega vivió su infancia y juventud.

Agarraba el disco de metal, se metía en el círculo de lanzamiento y tras unos instantes de concentración, iniciaba la técnica difícil de balancear su brazo derecho de adelante para atrás, hasta iniciar los giros que le daban impulso para el sacar el tiro.

Sin ser gordita, su físico robusto le permitió realizar con éxito los juegos lógicos de su edad, mientras iba a la escuela primaria Martín Güemes.

Después en la secundaria, en la Escuela de Comercio de Palmira, en las clases de Gimnasia el profesor José Olguín le vio condiciones para el atletismo y la indujo para que compitiera en forma federada.

Su físico y potencia la llevaron a practicar las especialidades de los lanzamientos, en donde rápidamente se hizo invencible entre las chicas de su categoría.

Con la bala se disponía a realizar el lanzamiento, y apoyaba la bola de acero en su cuello, y así iniciaba la cadencia de movimientos perfectos hasta que la bala salía despedida de la punta de sus dedos. El grito de desahogo tras el esfuerzo, era sinónimo de un buen envío.

Así, la niña se iba haciendo mujer y acumulaba medallas en los torneos intercolegiales. Por eso pudo viajar representando a Mendoza y ganar sus primeros títulos a nivel nacional.

Acaparaba los primeros lugares en los lanzamientos de bala, disco y jabalina. No quería una dedicación exclusiva, porque le sobraban aptitud y capacidad para las tres especialidades.

Llegó el Sudamericano de juveniles y en la inauguración de la pista San Bernardo Do Campo, en San Pablo, Brasil, Gladys demostró sus condiciones y logró el primer lugar con récord sudamericano en bala. Además se traía el segundo puesto en disco y jabalina. En la revista El Gráfico la destacaron y titularon “Un puñado de futuro” en setiembre de 1968.

A partir de esa fecha siempre fue capitana de los equipos nacionales que participaban en los sudamericanos, en los nunca dejó de traerse una medalla. Así ocurrió en Ecuador (1969), Chile (1971), Perú (1973), Brasil (1975) y Uruguay (1977).

Ya era profesora de Educación Física y se había casado con otro atleta palmirense y profesor: Leandro Espínola.

Precisamente su ejemplo y sus títulos llevaron a muchos chicos de esa ciudad a integrarse a la Agrupación Atlética Palmirense (tenía una pista de tierra al lado de la cancha del Atlético Palmira). Con medios más precarios que otros clubes o entidades más poderosos de esos momentos, desde allí salieron muchos campeones con récords mendocinos y argentinos.

La mujer atleta era también mujer profesora y también quiso ser mujer madre. Una penosa enfermedad la atacó, pero no pudo cortar el embarazo. Ni tampoco el nacimiento de su hijo, Leandro Gastón, el 4 de octubre de 1978.

Ella participó en el último torneo de su vida desde la cama del hospital, luchando con la misma fortaleza que lanzando una bala o un disco. Se cortaría su vida el 18 de octubre del ’78 y quedaría su nombre en alguna pista, en aulas y en la rica historia del atletismo mendocino.

La piba de físico ancho, hace tres décadas que compite desde otro ámbito mientras por estos lugares terrenales Leandro Espínola sigue siendo profesor, y Gastón, que ya cumplió los 30, se divierte trabajando en un supermercado. Ambos estarán recordando a Gladys, como siempre.

jueves, 9 de octubre de 2008

Cuando los chacareros le ganaron al Ciclón en 1967


San Martín entró en la historia del fútbol al ser el primer equipo del interior que lograba -el 8 de octubre de 1967- un triunfo en un torneo oficial de la AFA. Venció a San Lorenzo de Almagro en la cancha de Godoy Cruz.


Tuvo el sabor especial de ser la primera. Fue como el primer trago de un vino añejo o el primer mordisco a una porción de pizza. Porque en ese primer torneo nacional de fútbol, en donde los equipos de interior del país, o mejor dicho, los que no estaban directamente afiliados a la AFA, tuvieron su primera ocasión de competir por los puntos con los equipos profesionales del fútbol argentino.


Habían llegado por las eliminatorias de los torneos regionales sólo 4 equipos: Central Córdoba de Santiago del Estero, San Lorenzo de Mar del plata, Chaco for Ever y San Martín de Mendoza.
Y así comenzaron a transitar esos equipos de “tierra adentro”, con la lógica falta de competencia con los profesionales, que ya habían tenido el torneo oficial de 1967 con el campeonato obtenido por Estudiantes de La Plata.

Para los Chacareros es recordada la derrota del debut con los Rojos de Avellaneda, 3 a 2, en la 1ª fecha; luego en la 2ª ronda fue derrota ante Vélez, por 1 a 0 en Liniers; después, en la 3ª, llegó la derrota con Estudiantes de La Plata en Mendoza 2 a 1, y en la 4ª, la humillante caída en el Monumental ante River Plate por 8 a 0.

Pero el 8 de octubre del ’67, en la disputa de la 5ª fecha, cuando llegó a Mendoza San Lorenzo, con el brasileño Tim (Elba de Pádua Lima) como DT, estaba en pleno proceso para convertirse en Los Matadores, con un equipo de Carasucias, por la cantidad de jugadores de inferiores.

Pero acá chocó con el San Martín del Mumo Orsi, que lo superó 2 a 1 y se transformó en el primero que le ganó “por los puntos” a uno de la AFA. Y fue el Chacarero.
Sosa, Guzmán y Forti

Esa tarde de octubre de 1967 en la cancha de Godoy Cruz, esos hombres que venían de ser golpeados en River tenían la convicción de que podían ser la noticia de la 5ª fecha.
Por eso sorprendió a San Lorenzo que San Martín le jugara de esa forma tan agresiva y dinámica. No se esperaban que un equipo del interior se convirtiera en un oponente con superiores condiciones físicas y con una técnica digna de un profesional del fútbol.

“Osvaldo Sosa absorvió a Fischer con una marca inapelable” decía El Gráfico sobre la figura de la cancha, y también destacaba a Miguel Guzmán, quien “aportó temperamento y vigor para cortar la zona creativa del rival”. Sobre Forti, decía: “Fue salida ofensiva de los locales y nadie pudo taparlo”. Ellos habían sido los mejores de San Martín.
Imagen: Saludo. El DT Mumo Orsi felicita con un beso a Benito Valencia.

viernes, 3 de octubre de 2008

Mundial de Voley 1992 en Pacífico


Nuestra provincia fue una de las sedes de la décima edición del Mundial de Voleybol y en estadio Pacífico, de la calle Perú, se pudo ver a los jugadores más notables de ese momento, como los soviéticos, que serían los campeones.

En Mendoza, los simpatizantes del vóleibol se dieron el gusto de ver en acción a los dos finalistas. Porque la 10ª edición del Mundial se realizó en Argentina y una de la sedes fue el estadio Pacífico, del Club General San Martín.

Además, se jugaron partidos en el estadio de Newell’s Old Boys de Rosario, en Catamarca y la sede central fue el Luna Park.

Y para que Pacífico fuese elegida sede del grupo fue necesario que se construyera el estadio auxiliar, para calentamiento de los equipos, que después fue denominado Juan de Casas, y está pegado a Pacífico, en la calle Perú.

Además, se debieron acondicionar y construir baños y levantar tribunas. Para llevar la capacidad a 3.100 personas se levantó una tribuna de madera y butacas en el sector Oeste, también sobre el Sur, y se armó una tribuna tubular con tarimas de madera. Así se pudo ver a los mejores equipos del momento.

En la jornada inaugural, Checoslovaquia (2 veces campeón mundial) superó a Irak 3 a 0, y también hubo una notable superioridad de Brasil sobre Libia, que en sets corridos logró vencer por 15-1, 15-0 y 15-0, algo insólito en un mundial.

Brasil había ganado previamente el Mundialito y venía con figuras notables como Bernard Rajman, William y Montanaro.

Por primera vez se vio hacer el saque de potencia, algo inusitado en nuestra provincia y que de ahí en más adaptaron los jugadores locales.

En la segunda fase se disputaron partidos por el grupo X y jugaron acá la Unión Soviética, que había sido campeón en 5 de los 9 mundiales disputados, y Brasil. Precisamente ellos fueron los rivales de la final en el Luna Park.

Alexander Savine, considerado el mejor jugador del mundo, se lució en sendos partidos ante los checos y los cubanos en Pacífico.

En esos días de octubre se produjo el furor del vóleibol y Argentina, dirigida por el coreano Young Wan Sohn, fue 3ª con una camada de jugadores notables que mantuvieron a nuestro seleccionado por varios años en los primeros lugares y que luego ganarían el bronce en Seúl ’88.

Imagen

- Inauguración. El 2 de octubre de 1982 se iniciaba el Mundial de vóleibol en el estadio Pacífico del club General San Martín.

El checo. Pavel Rebarek convierte frente al bloqueo de los iraquíes. 

- Pagador. El brasileño Bernard Raizman supera el bloqueo de los libios. 

miércoles, 1 de octubre de 2008

La Bodega está de fiesta


Godoy Cruz goleó a Boca Juniors 4-1, por la 8ª fecha del torneo Apertura de Primera A, en una jornada que será recordada y quedará en los registros como una de las más brillantes logradas por un equipo mendocino.


La historia te marca con sucesos imborrables (ese 4 a 1 de Godoy Cruz a Boca), con epopeyas míticas (el triunfo del provinciano ante el grande), con grandes batallas ganadas por héroes (esos de camiseta blanca y azul).

Y resalta la convicción de personajes con el suficiente carisma para sellar en la memoria colectiva que ayer jugó Jairo Castillo.

Y Godoy Cruz ayer al vencer al multicampeón, al Rey de Copas (junto con el Milan), alimentó y llenó su panza de historia futbolística.

Porque tuvo la más contundente de sus victorias en primera división, porque anuló al “10” de la Selección argentina mayor y al campeón olímpico (Juan Román Riquelme). Así, el Tomba de Daniel Oldrá brindó uno de los conciertos futbolísticos más brillantes y emotivos que se recuerden de un equipo mendocino en toda su historia.

Y todo concuerda en agrandar la victoria, precisamente por el rival ante el que la consiguió.

Godoy Cruz estuvo decidido a jugarle con una actitud agresiva al mismísimo Boca. Como sabiendo que en el algún momento el cansancio físico se notaría. Como si esos 4 partidos en 8 días (la mayoría jugó 3) fuesen a determinar el resultado.

Y Godoy Cruz se autoconvenció de que es un equipo con ritmo y proyección. Encaraba por la banda derecha con el inquieto Hernán Encina desgastando piernas xeneizes. Y por la izquierda la llevaba Ariel Rojas hasta la misma línea final ahogando la salida de Calvo y de cualquiera. Y juntándose con ambos estaba Víctor Figueroa para clarificar, para cambiar el ritmo y para contagiar con su juego rápido.

El Tomba estaba preparado para recibir esos intentos de Riquelme o el cabezazo en el poste de Cáceres o la que se perdía Palacio. Porque Godoy Cruz no se achicó ni con el gol de Leandro Gracián, que la cruzó abajo a los 36 minutos. Porque unos instantes después Rojas fue una flecha por la izquierda y la cabeza del colombiano Castillo era la vía del empate. Acción y reacción.

Motivos como para tomar decisiones en los vestuarios frente a un rival que empezaría a sentir que sus piernas no eran las mismas de días atrás. Que sus músculos se endurecerían y que la potencia iba en descenso. Lo aprovechó el Tomba con esa pelota que tiró Rojas, desvió Franco y fue a parar al pie de Sigali para sorprender a Caranta.

La obra del Expreso iba tomando forma y color. Y por eso Olmedo se tiraba la luchaba y la alargaba para Encina, que le servía un exquisito pase gol a Jairo.

El Tomba fresco se estimulaba con goles. Sus hinchas gozaban de ese 3 a 1 y como nunca esos cantos inflaban corazones, que quedarán en los fascículos de los tombinos.

Jairo Castillo corría rivales, defendía en el área, y aunque el dolor se lo comía, prefirió volver a la cancha para aprovechar esa corrida de Leandro Caruso, que le hizo una invitación al gol. Y Jairo cantó por tercera vez (era el 4 a 1) para empezar competir con otros seres de la “mitología godoicruceña”.

Boca Juniors goleado, golpeado y cansado en el Malvinas Argentinas. Godoy Cruz enfrente lo mitigaba y lo sometía. Una defensa segura sostenía el resultado, unos volantes incansables llenaban de satisfacción a los miles de hinchas. Y un delantero moreno haría retorcer de sana envidia a otros goleadores de otras épocas. Porque Jairo Castillo fue héroe de una tarde-noche de brillos.

Fue la más rutilante de las estrellas que puso Oldrá. Y quedará en los registros visuales, gráficos, orales y estadísticos que Godoy Cruz le hizo 4 a 1 a Boca. Y cada vez que lo recuerden, los tombinos se llenarán de emoción . Como pasó ayer.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Afuera vale más


La selección nacional de hockey sobre patinas vencía en forma invicta y con puntaje ideal en el Mundial disputado en Novara (Italia). Tres mendocinos integraron el plantel: Rubio, Maldonado y Pablo Cairo.

No había sido casualidad el título ganado en San Juan seis años antes. Y así, ese grupo de sanjuaninos y mendocinos desafiaba al mundo del hockey sobre patines para demostrar que de visitante también se podía.

El 22 de setiembre de 1984 en la ciudad de Novara, bien al Norte de Italia, la selección argentina se consagraba campeona mundial al vencer en la última fecha a Holanda por 1 a 0.

Era la 26ª edición del torneo y la albiceleste era la primera selección que conseguía imponerse en un Mundial con el puntaje ideal. Había ganado los nueve partidos jugados.

Miguel Gómez armó el equipo y de los diez integrantes había 3 mendocinos: Mario Valentín Rubio, que de su San Martín natal se había ido a jugar al Liceo de Galicia (España) y a los 26 años conseguía su segunda medalla de campeón; el defensor Ángel Benigno Maldonado (25 años, Follonica, Italia) y el juvenil de San Martín Pablo Cairo, que iba a su primer Mundial y jugaba en Trinidad de San Juan, pero se le abriría el camino en Europa).

Los restantes integrantes del equipo eran Oscar Hidalgo, Gustavo Bueno, Jorge Alfredo Luz, Carlos Coria, Daniel y José Antonio Martinazzo y Mario Agüero.

Fue un torneo con algunas sorpresas, como las derrotas de España ante Chile y EE.UU., y también se había quedado Portugal, con una formación nueva. Por eso el título estaba para los italianos y para Argentina y se definía con el partido por la penúltima fecha (jugaban todos contra todos).

Un gol apenas empezó el partido no sacó del esquema a los argentinos y Mario Rubio contaba en El Gráfico: “Miré el reloj y me dijo que había que conservar la calma, que no era nada y que íbamos por el camino correcto”.

Después llegaron los goles de Agüero y ahí todos tenían la sensación de que los de celeste y blanco no podían perder.

El pibe Hidalgo (19 años, de Social San Juan) se hacía imbatible en el arco, Luz cortando y recibiendo pelotazos, Daniel Martinazzo imponiendo su habilidad y después llegaron los goles de Agüero, que se metió en el sacrificio para barrer el frente de ataque de los italianos en forma incansable.

Los italianos eran alentados por 5.000 compatriotas en el Palazzetto dello Sport de Novara.

Y el portugués Livramento, considerado uno los mejores de la historia, reconoció el fervor argentino: “Es asombroso que jugadores de la categoría de éstos no tengan problemas en ponerle la cabeza o el cuerpo a cada remate del rival. Acá nadie pensó en los buenos contratos que les esperan en España o Italia, éstos son grandes de verdad”.

Esa gran actuación argentina sirvió para renovar contratos y para cambiar de clubes. Del plantel campeón sólo los dos arqueros se volvieron a San Juan. El destino europeo tentó a los demás, tal como sucede en la actualidad con los mejores jugadores argentinos.

Así, el hockey sobre patines argentino pasó a ser de exportación y la selección impuso su jerarquía jugando de visitante. Empezó a ser potencia mundial.

Imagen

Campeón mundial ’84. Alonso (mecánico), Ernesto González (dirigente), Cantó (kinesiólogo), Miguel Gómez (DT), Jorge Luz, Mario Rubio, Daniel Martinazzo, Yanello (dirigente) y Jorge (mecánico). Abajo: Ángel Maldonado, José Martinazzo, Gustavo Bueno, Oscar Hidalgo, Carlos Coria y Pablo Cairo. Falta Agüero.

Festejo. El mendocino Mario Rubio, con sus bigotes tradicionales, entre Hidalgo y Agüero.

jueves, 11 de septiembre de 2008

El primer penal fue en 1891


El primer gol de los 12 pasos fue en el fútbol británico, cuando John Heath concretó para Wolverthampton Wanderes. Antes se cobraba sólo una falta común. Así nació.

En la actualidad los goles de penal se festejan desaforadamente y los disparos desde ese punto, han dado Copas Libertadores, Copas europeas y Copas del Mundo.

Se han definido desde partidos que decidían nada más que un trofeo o la simple causa de encontrar a un ganador, hasta títulos con millones en juego en donde la estadística marca que Brasil fue campeón del mundo en 1994 ganándole por penales a Italia. 
El fútbol varió bastante desde que se redactó el primer reglamento en 1863 en Londres, Inglaterra, en la Taverna Freemasons. Y en esa reunión también surgió la Asociación Inglesa de fútbol.

Entre 12 asistentes quedaron redactadas las 14 reglas originales del fútbol. Y el tiro penal recién se creó 28 años después, en 1891. Fue porque los defensores que impedían al rival un remate franco, ya sea con una infracción o tocándola con la mano, sólo recibían la sanción como una infracción común en otro punto de la cancha.

El juego se perfeccionaba y se daban las variantes a las reglas como que el saque de meta se introdujo en 1869, y los tiros de esquina en 1872. También en 1878, un árbitro utilizó un silbato por primera vez.

La invención del tiro penal es acreditado al arquero y empresario William McCrum en 1890 en Milford, Irlanda del Norte. La Irish Football Association presentó la idea a la International Football Association Board y finalmente, tras mucho debate, el organismo aprobó la propuesta el 2 de junio de 1891 para introducirse en la temporada 1891-’92.

En las escuelas privadas, donde se originó el fútbol moderno, se daba por hecho que un caballero nunca cometería una falta deliberadamente. Debido a la competitividad que iba en aumento y a la llegada del profesionalismo introducido por escoceses, el lanzamiento penal, o “disparo de la muerte”, como se lo llamaba por esos años, fue uno de los drásticos cambios que experimentaron las reglas de juego.

Y finalmente en un partido de la Copa de Inglaterra, Wolverhampton Wanderers venció 5 a 0 a Accrington en el estadio Molineaux, de Londres, el 14 de setiembre de 1891. Ese día John Head convirtió el primer gol de penal, dato que atribuyen la mayoría de los historiadores.

También en esos primeros años el árbitro principal estaba de pie en la banda pendiente del tiempo, y se le consultaba cuando los árbitros (uno de cada equipo) no se ponían de acuerdo, pero todo eso cambió en 1891. A partir de esa fecha se hizo fija la figura del árbitro principal adentro de la cancha, con plenos poderes para expulsar a los jugadores, así como para conceder penales y faltas sin tener que atender a reclamaciones. Los dos árbitros se transformaron en líneas o “árbitros asistentes”, como se los conoce hoy.

El penal paraliza corazones, eleva plegarias, vomita insultos de pasión. Todo con sólo dos protagonistas frente a frente. El ejecutor (una especie de verdugo antiguo) y el arquero (el ejecutado), que si lo ataja pasa a integrar la lista de héroes de nuestros días.

Y las historias de penales atajados, mal tirados y desviados seguirán convirtiendo al fútbol en un deporte con sorpresas. Como en 1891.

Indigestión Por Eduardo Galeano.

En 1989, en Buenos Aires, terminó empatado un partido entre Argentinos Juniors y Racing. El reglamento obligó a definirlo por penales. El público asistió de pie comiéndose las uñas, a los primeros tiros desde los doce pasos. La hinchada gritó el gol de Racing. En seguida vino el gol de Argentinos Juniors, y lo gritó la hinchada de la otra tribuna. Hubo ovación cuando el arquero de Racing se tiró contra un palo y desvió la pelota. Otra ovación felicitó al arquero de Argentinos, que no se dejó seducir por las muecas y esperó la pelota en el centro del arco.

Cuando se ejecutó el décimo penal, hubo uno que otro aplauso. Unos cuantos hinchas abandonaron el estadio después del vigésimo gol. Cuando lanzaron el penal número treinta, la poca gente que quedaba le dedicó algún bostezo. Los pelotazos iban y venían, y el empate continuaba. Al cabo de 44 penales, terminó el partido. Fue el récord mundial de penales. En el estadio, ya no había nadie para celebrarlo, y ni se supo quién había ganado 
Nota: El partido fue en el torneo ’87-’88 y luego del 2-2 se definió por penales (como disponía la AFA) y Argentinos ganó 20-19, siendo el récord de penales ejecutados en una definición. 

Epígrafes: Wolverthampton Wanderers, el equipo del primer penal.
El gol 1.000. El holandés Rensenbrik, de penal, a Escocia en Mendoza.

jueves, 4 de septiembre de 2008

A 40 años de aquel Estudiantes (LP) vs Indpte Rivadavia


E l miedo escénico tan temido esta vez no se apoderó de ese equipo de azul que debutaba. Era el segundo torneo Nacional de fútbol y cuatro equipos del interior de nuestro país jugaban con los grandes del fútbol profesional, por segundo año.

Pasado mañana se van a cumplir 40 años de ese debut de Independiente Rivadavia nada menos que frente al campeón de la Copa Libertadores de América. A los Azules les tocó enfrentarse con Estudiantes en La Plata por la 1ª fecha el 6 de setiembre de 1968. Ese partido era el único televisado de la fecha, muy distinto a los 10 que televisan ahora, en donde la TV manda.

Independiente sucedió a San Martín, que fue el representante mendocino en el primer Nacional, y había llegado tras ganar su zona del torneo Regional eliminando en la final al San Martín sanjuanino.

Como refuerzos contrató a Julio Argentino Buitrago (con pasado en Boca y Huracán), Juan Andrés Pastorini (Ferro) y Carlos Pazos (Excursionistas en la Primera B) y también a de los equipos mendocinos a Mario Carmelo Herra (Gutiérrez), Osvaldo José Lamelza y Miguel A. Guzmán (San Martín).

Estudiantes, que venía de perder la final del Metropolitano con San Lorenzo, era el equipo del momento tras vencer en la Libertadores al Palmeiras.

El sistema impuesto por Osvaldo Zubeldía dio resultado durante tres años seguidos en donde fue tricampeón de América. Después varios jugadores de ese equipo seguirían con esos conceptos como Malberant, Carlos Pachamé y Carlos Bilardo.

El Gráfico tituló “El mérito mendocino”, y decía en el comentario “apenas un gol y en contra, ese es el magro resultado que deja para Estudiantes su primera presentación en el Nacional. Y de la Lepra decía que “sorprendieron con una actuación que pocos esperaban”. Los debutantes abordaron el compromiso sin complejos. Trabándole al campeón de América sus recursos más notorios, sin perder la serenidad… sólo se mostraron intentos para superar la perfecta sincronización que su adversario aplicó, la jugaba del offside (marca Zubeldía).

Y también el comentario resaltaba el excepcional trabajo del temperamental Yácomo (actualmente maneja un taxi) que quedaba libre en el fondo y salía a encimar al Bocha Flores. Debió ser sustituido por una lesión.

El arquero Poletti resultó la figura del partido por algunas buenas contenciones y además porque se favoreció que los “mendocinos se confundían con al ley del offiside –adelantamiento de toda la defensa– y aprovechó para cortar las jugadas.

Los Azules se iban aplaudidos de La Plata y Estudiantes, un mes después, venía de Manchester como campeón Intercontinental.

Imagen: La Bruja. Juan Ramón Verón, el padre de Juan Sebastián, era el jugador más querido de Estudiantes y la hinchada tenía un cantito dedicado a él. Ese jugador que ganó todo estuvo contra la Lepra.

sábado, 30 de agosto de 2008

Los Guzzo presidentes


Son los hermanos Jorge y Hugo. Ambos comparten el hecho de haber ocupado la presidencia de Gimnasia (Hugo es el actual), lugar en donde también estuvo su padre, don Tito Guzzo. Difícil de igualar.

Ser jugador y suceder al padre es algo más o menos previsible; ser director técnico y que suceda lo mismo con otra generación es algo más complicado y se ha dado en pocos casos. Pero ser presidente de un club y lograr, después de algunos años, el mismo puesto del padre y que el hermano resulta un hecho que pocas veces ha sucedido.

Los Guzzo, identificados de toda la vida con Gimnasia y Esgrima, nacieron y se criaron en el club. Don Tito, aquel dirigente activo y “hombre de palabra” como los de antes, nació en el ’23 cuando el Lobo apenas tenía 15 años. Y después de jugar como los players de entonces en la divisiones inferiores siguió viendo a su querido Gimnasia de “mente sana y cuerpo sano” (Mensana).

Maduró y su activa presencia empezó a aparecer en las distintas comisiones directivas hasta llegar a ocupar la presidencia. Don Tito Guzzo era el número uno del Lobo en 1963.

Y atrás vinieron sus hijos, ambos jugadores del club en inferiores. Jorge llegó a mostrar su fervor como marcador central hasta llegar a la primera en los años setenta. Y ambos presidentes del Lobo.

Hugo, el mayor, es el máximo dirigente actual y cuenta que de su padre admira “la convicción y la lealtad por sus pasiones, que siempre tuvo”. Jorge recuerda a su padre como “un dirigente responsable que siempre dejó todo por la institución”.

Para Hugo su mayor alegría desde dentro de una cancha la vivió cuando “con siete jugadores le igualamos 2 a 2 a Murialdo en la sexta división y yo hice los dos goles”. Era un volante ofensivo y rememora: “Compartí el equipo con Piqui Núñez, Documento Ibáñez, Humeres y Luna, que no era el riojano”.

Y Jorge dice que su alegría en la cancha estuvo centrada en compartir el plantel de 1977, campeón de la Liga Mendocina. “Había unos jugadores magníficos, muy superiores a mí, pero yo compartí esos momentos”, dice con franqueza. Como el estilo Guzzo lo manda.

Y Jorge también recuerda que su mayor alegría como hincha la vivió con el triunfo por 5 a 2 ante San Lorenzo en el Gasómetro en 1971; mientras Hugo se acuerda, como dirigente, lo feliz que lo hizo “cuando el Lobo venció a Independiente en el ’91 con gol de Castellino a los 43’ del segundo tiempo”. Después sería el campeón.

Como presidente Jorge tiene sus mejores momentos con los dos ascensos del Argentino B al A.

Vivieron alegrías y tristezas con Gimnasia y rifaron parte de los momentos familiares por estar en el club. Dejaron tiempo de trabajo para tomar mayor vinculación con Gimnasia y siempre estuvieron para aportar lo que se pudiera.

Son dirigentes de raza y lo heredaron de don Tito Guzzo.

De su padre
“El viejo dejaba de estar con nosotros para dedicarse al club, pero siempre nos tenía controlados. Nunca nos descuidó, no sé cómo hacía para darse tiempo para todo”, dice Jorge.

Mientras, Hugo también recuerda su vivez en los negocios dirigenciales. “Participó en la venta de Roberto Rogel a Gimnasia La Plata y de Felman a Boca. El viejo sabía mucho”.

jueves, 28 de agosto de 2008

El Lobo del Parque del 77


Eran tiempos de nacionales y de grandes torneos locales con los mismos jugadores, con muy pocas variantes.

De ahí venía el gran nivel del fútbol de la Liga Mendocina. Ser campeón del torneo local equivalía a jugar un torneo Nacional de aquellos, con los equipos profesionales de primera A o en algunas ocasiones ganar el local te llevaba a una final por el pase directo.

Había mucho en juego y todos lo sabían. La plaza futbolística mendocina tenía su valor porque jugadores como Enrique Haack (ex Banfield), Orlando Genolet (Unión, Chacarita y otros) el Negro Eduardo Méndez (ex Newell’s) venían a Mendoza para quedarse por varias temporadas o para vivir.

Así era Gimnasia, que estaba abonado a los Nacionales y estaba siempre prendido en la lucha local. A los rivales de la Liga los motivaba que enfrente tuvieran a los mismos hombres que enfrentaban a River, a Boca o San Lorenzo.

El Lobo fue amplio dominador del torneo de la Liga de 1977 y de 20 partidos ganó 12 empató 7 y apenas perdió uno. En la penúltima fecha, el 21 de agosto, superó 3 a 1 a Deportivo Guaymallén como visitante y se aseguró el primer lugar y el campeonato.

Pero la fiesta tuvo una semana de preparación, con el Gaucho Arenas como ejecutor (el mismo de las Vendimias y los festivales), porque el gran día fue el 27 de agosto en la cancha del Lobo del Parque. Fue un empate ante Huracán Las Heras 1 a 1 pero ese partido sirvió para completar el programa.

Esa tarde hubo un desfile de los chicos de inferiores y en autos antiguos se pasearon viejas glorias y también el atleta veterano Eusebio Guiñez entró con la llama votiva. Además se repartieron calcomanías y se pintaron los vehículos de blanco y negro. La caravana, estimada en unas 10 cuadras, recorrió las calles céntricas.

Gimnasia era el mejor y la capital mendocina se vistió de blanco y negro. El Lobo de Jorge Julio demolió rivales y fue el más completo de la Liga. Y se paseó por Capital.

Dame tres
En la última fecha jugaron en el Lobo: Héctor Pedone; Osvaldo Mesa, Mauricio Badía, Francisco Vicino y Alberto Cano; Juan C. Gutiérrez, Enrique Haack y Walter Martín; Raúl Muñoz, Eduardo Méndez y Orlando Genolet.

Para Huracán estuvieron: F. Martínez; V. Puebla, R. Puebla, Tejada y Cáceres; Sendra, Gómez, Macri; Morán, Torrecilla y Marino. Después entraron Herrera y Mercado y el DT era Francisco Ontiveros.

El único partido que perdió Gimnasia y Esgrima en ese torneo oficial de la Liga Mendocina fue ante el Atlético San Martín, como visitante el 7 de agosto, por la 17ª fecha, y fue por 3 a 1.

jueves, 21 de agosto de 2008

San Lorenzo del 68 y 81: risas vs llantos


Aquellos Matadores de San Lorenzo 1968 quedaron en la historia como el primer campeón invicto del fútbol argentino. En contrapartida, en 1981 otro formación de Boedo se iba al descenso convirtiéndose en el primer equipo grande en bajar de la primera división.

Esos hechos llegaron en el mismo mes de agosto y constituyen fechas que los hinchas de los Santos no olvidan, por esos motivos que da el fútbol de festejar y llorar.

En el torneo Metropolitano, que se comenzó a jugar a partir de 1967 por la creación del Nacional, participaban los equipos afiliados a la AFA mientras que en el otro jugaban junto a los del Interior.

San Lorenzo se presentó en la final con las casacas (camisas abotonadas) con sólo dos rayas verticales azules a jugar frente a Estudiantes de La Plata, que había iniciado un año antes el camino victorioso con Osvaldo Zubeldía, que terminaría con tres copas Libertadores consecutivas.

A ese equipo debió enfrentar San Lorenzo, luego de haber terminado la fase clasificatoria invicto en 22 partidos con 14 triunfos y 8 empates, con 44 goles a favor y 10 en contra. Estudiantes fue 2º en el grupo A con 24 puntos. En la zona B se clasificaron Vélez (32) y River (31).

En semifinales los de Boedo superaban a River 3 a 1con goles de Pedro González, Cocco y Veglio mientras Ermindo Onega anotaba para River. En la otra semi, el Pincha superó a Vélez 1 a 0 con gol de La Bruja Juan Ramón Verón (padre de Juan Sebastián, La Brujita).

Y llegó el 4 de agosto en el Monumental con la final entre los Santos y Estudiantes. Anotó Verón apenas comenzado el ST y 20 minutos después igualaba el Toti Veglio. Debieron ir a 30 minutos de alargue y llegó el bombazo del Lobo Fischer, que hizo que la pelota pegara en el travesaño y bajara al gol.

Y llegarían los tiempos malos, cuando no había promedios para el descenso y bajaban los dos peores del torneo. El mismo día, el 15 de agosto, el año en que Diego Maradona era campeón con Boca Juniors (50 puntos), en la cancha de Ferro, San Lorenzo se remordía de impotencia y caía frente a Argentinos Juniors 1 a 0. Perdieron la posibilidad de convertir de penal cuando remató Delgado y atajó Alles. Después Carlos Salinas tendría la ocasión para el Bicho y no la desaprovechó. Colón (21 puntos) ya había descendido y esa tarde Argentinos llegó a los 29 puntos y mandó al descenso a San Lorenzo (28). Era el primer grande en bajar a la B. Una de cal y otra de arena en esos agostos.

Imágenes:
Arriba
Matadores invictos. Están arriba: Buttice, Albrech, Rosi, Calics y Telch. Abajo: González, Fischer, Veglio, Cocco, Tojo y Villar, en una de las formaciones que presentó San Lorenzo en 1968.
Abajo izquierda: Sin consuelo. Insúa, Ruiz que viene de frente y Osvaldo Rinaldi en el '81. Abajo a la derecha: un emblema, Gabriel Albrech, del 68.

Un mendocino matador
Rolando Gramari: el mendocino surgido de San Martín jugó en San Lorenzo de 1964 al ’69 (106 partidos) y además pasó por Huracán (6 partidos en el ’70) antes de volver a los Albirrojos. En el torneo del ’68 el marcador de punta jugó 3 partidos.

jueves, 14 de agosto de 2008

El Torino 1969


Se llamó la Misión Argentina y fueron tres los autos que participaron en la Maratón de la Ruta, o simplemente las “84 horas de Nürburgring”, en Alemania.

Fue en 1969, del 20 al 23 de agosto, cuando se decidió ir con los Torino a participar en la tradicional competencia en donde corrían autos casi en forma standard, así como salen de la fábrica, y con una mínima preparación.

Fueron tres coupé modelo 380 del Torino, el auto que había aparecido en el mercado nacional en 1966 producido por IKA (Industrias Kaiser Argentina) y luego por Ika-Renault.

Se trató de la presentación en sociedad del gran auto argentino con uno que terminó en la cuarta posición final, aunque era el que más vueltas había dado. Había sido primero a lo largo de más de 3 días pero debido a las penalizaciones reglamentarias descendió a la cuarta posición. Había superado a los Lancia, los BMW, los Triumph, los Mazda, los Mercedes Benz, los Porche, los Ford Capri, los Volvo, los Renault y todas las grandes marcas que estuvieron en el circuito alemán de 22 kilómetros.

El ex campeón mundial de F1 Juan Manuel Fangio estuvo como director del equipo y Oreste Berta era su ayudante.

Tres pilotos debían manejar cada automóvil, turnándose durante las 84 horas, y además los mismos pilotos debían realizar el cambio de neumáticos o los arreglos mecánicos permitidos. Sólo el llenado del tanque combustible era realizado por la gente puesta por la organización. Además los pilotos no podían recibir indicaciones mientras estaban en la competencia.

Una de las anécdotas más lindas se dio cuando un piloto (Gastón Perkins) debió cambiar el filtro de nafta y Fangio se acercó a la baranda del parque de reparaciones y comenzó a cantar un tango, con otra letra “Ponelo del lado que marca la flecha, dale marcha y vení a ver si pierde”. Así pudo dar las indicaciones sin que los alemanes, ni lo belgas que organizaban y vigilaban, se percataran de lo que sucedía.

El Torino número 3 de Ernesto Copello, un sanjuanino radicado en Mendoza, de Alberto Rodríguez Larreta (Larry) y de Oscar Mauricio Franco terminó con 334 vueltas pero por distintas penas le descontaron giros y le contabilizaron sólo 315.

Ganó un trío del Lancia de Italia con 332 vueltas, segundo fue BMW (Alemania) con 319 y tercero Triumph (Francia) con 315. Atrás habían quedado 9.110 kilómetros con 380 metros.

Los Torino de la Misión Argentina fueron los que resultaron más elogiados y sobre todo el número 3. La lluvia, los percances, el tango de Fangio, los arreglos mecánicos marcaron para siempre al Torino. El gran auto argentino.

Imágenes

Arriba
El mejor Torino. El número 3, de Copello, Franco y Larry, es observado por Fangio y Berta.
Medio
En el museo. Ese Torino quedó como pieza del museo de Fangio. Una pinturita.
Abajo
Hay equipo. La delegación argentina en una charla antes de la competencia en Alemania en 1969.

jueves, 7 de agosto de 2008

El día de la maratón


Juan Carlos Zabala en Los Angeles, en 1932, y Delfo Cabrera en Londres, en1948, ganaron un mismo día la maratón olímpica. Son santafecinos y vencieron a los ingleses.

Para los argentinos un día como hoy, un 7 de agosto, revoca a epopeyas olímpicas. A esas jornadas de gran repercusión histórica que quedaron bajo tinta negra estampadas en amarillentas hojas. Y ahora destellan brillo de tantas pantallas de computadoras, que remiten los hechos y quedan a disposición de navegadores de páginas de internet.
El ciberespacio en 1932 y en 1948 no existía y sólo se trataba del cielo puro, nublado, soleado o lluvioso. Y esos 7 de agosto coincidentes con los Juegos Olímpicos depararon dos medallas de oro.

Y así serían los únicos argentinos a través de 112 años (desde 1896 hasta la actualidad) en ganar las medallas doradas en atletismo.

En Los Ángeles ’32, en ese EE.UU. que salía de una crisis económica un tal Juan Carlos Zabala (55 kilos y 1,52m de estatura) había prometido tiempo antes: “O gano la maratón olímpica o me sacan en camilla”.

Durante 30 kilómetros Zabala se mantuvo a la vanguardia de los 22 corredores de la competencia, por momentos recibía ataques del mexicano Baños o los finlandeses, que históricamente han sido buenos fondistas. Pero a 4 kilómetros de la llegada tomó la punta y comenzó a despegarse.

Así el Ñandú Criollo, como lo apodaron en el diario Crítica, entró al Coliseum, donde 80.000 personas vieron cómo el británico Sam Ferris intentaba alcanzar a Zabala.

Así Zabalita, el petiso argentino, lograba el oro tras recorrer 42.195 metros con nuevo récord mundial: 2h31m36s.

Una anécdota cuenta que cuando cruzó la meta de llegada (19 segundos delante de Ferris) el boxeador Carmelo Robledo le lanzó una bandera con el mástil hecho con un caño de metal que no pudo ser “atajado” por el Ñandú, le dio en la cabeza y cayó en la pista. Había apostado 500 dólares a su triunfo y se pagó 20 a 1. Zabalita obtuvo su premio extra.

En 1948 en Londres, 16 años después (tras los Juegos del ’36 y la suspensión por la Segunda Guerra Mundial, Delfo Cabrera sería el segundo argentino en conseguir el oro en la maratón olímpica. Ese 7 de agosto corrió en 2h34m51s y también, por coincidencia, fue un británico el que quedó segundo (Richards). El mendocino Eusebio Guíñez, también protagonista de la carrera, terminó en el 5º lugar.

Zabala, que nació en Rosario el 21/9/1912 y murió el 24/1/1983, en San Isidro, Buenos Aires, fue el único argentino en establecer récords mundiales en maratón y en los 10 mil metros. En una gira europea ganó 29 de las 30 competencias en las que participó.

Cabrera nació el 2/4/1919 en Armstrong, Santa Fe, y murió el 2/8/1981 en Alberdi, Buenos Aires.

Los dos nacieron en Santa Fe y murieron en Buenos Aires, los dos llegaron al pedestal olímpico.

Ambos tuvieron la mayor gloria deportiva un 7 de agosto, superando a británicos.

Coincidencias de dos grandes campeones, los únicos oros argentinos en atletismo de la historia.

jueves, 31 de julio de 2008

Berlín 1936, los Juegos nazis


La Alemania de Adolf Hitler quería demostrarle al mundo que ese país gozaba de una organización perfecta y era capaz de los mejores Juegos Olímpicos realizados desde 1896.

Por eso en la ciudad de Berlín en 1936, el nacionalsocialista (nazi), que gobernaba desde 1933, no dejó detalle sin verificar para que la edición XI de los Juegos Olímpicos de la era moderna no tuviesen fallas.

El Tercer Reich (así se denominaba al gobierno alemán) recibió a la delegación argentina, que finalmente se volvería con 7 medallas. Dos de oro, dos de plata y tres de bronce (hecho que se repite con las 7 medallas de Amsterdam ’28 –3 de oro– y con igual cantidad en Londres ’48 –3 oros–) fue la mayor cantidad obtenida históricamente por Argentina.

Una de las medallas de oro fue para el equipo de polo, disciplina que nunca más se incluyó a partir de esos Juegos. En Berlín el equipo argentino estuvo integrado por Luis Duggan (6 de hándicap), Roberto Cavanagh (6), Manuel Andrada (7) y Andrés Gazzotti (8) y venció a México 15 a 5 y en la final a Inglaterra por 11 a 0. Además participaron Hungría y los locales.

Argentina lograba repetir el oro de París ’24, y fueron las únicas veces en que participó.

La otra medalla dorada fue para el boxeador de categoría pluma Oscar Casanovas, quien en la final venció al sudafricano Catterall.

Las de plata fueron 2: una la del boxeador peso pesado Guillermo José Lovell, que perdió la final con el alemán Runge. Y la segunda correspondió a la nadadora Jeannette Morven Campbell en los 100 metros libre. Esta deportista, hija de un escocés y una argentina, nació en Francia durante la Primera Guerra Mundial, en 1916.

Las tres medallas de bronce fueron para el boxeador peso mediano Raúl Vicente Villarreal, para el medio pesado Francisco Risiglione y para el bote de dos remos largos integrado por Horacio Podestá y Julio Pedro Curatella.

El gran ganador de Berlín en 1936 fue el atleta Jesse Owens, de EE.UU., que le demostró a Hitler que la raza aria no era superior a la negra en muchas disciplinas olímpicas.

Owens obtuvo el primer lugar en los 100 y 200 metros llanos, en el salto en largo y además integró la posta de 4x100.

El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, le encargó la puesta en escena a Albert Speer y filmación con cámaras de cine a la fotógrafa y cineasta Leni Riefenstahl.

En la inauguración el 1 de agosto sobrevoló el estadio el dirigible Hindenburg, que era la nave voladora más grande de la época.

Existe un mito que afirma que Hitler rehusó dar la mano a Owens. Pero Hitler sólo felicitó personalmente a los dos primeros ganadores de los Juegos. El mismo Jesse Owens afirmó en el libro de su memorias que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán.

No todo fueron penas para los alemanes, porque ellos fueron primeros en el medallero final con 89 preseas (33 de oro, 26 de plata y 30 de bronce) contra las 56 de EE.UU. Argentina terminó en la 13ª posición y sus deportistas tuvieron bastante para contar.

Imagen:
En lo más alto. Arriba está Oscar Casanovas, atrás el sudafricano Catterall y adelante el alemán Miner.

Polo de oro. Los argentinos Andrada, Gazzotti, Cavanagh y Duggan.

Los 100 metros libre. La ganadora fue la holandesa Masterbrock en el medio; la alemana Arendt (hace el saludo nazi) fue tercera y la argentina Jeannette Campbell, a la derecha, fue segunda y elegida Reina de Berlín, la más bella de los Juegos.

sábado, 26 de julio de 2008

Los Yenarópulos


Daniel Yenarópulos lleva más de treinta y cinco años relacionado con el balonmano o handball y además de su esposa, sus cuatro hijos practican este deporte. La historia de un nadador que se cambió de disciplina.


Ese apellido de origen griego, Yenarópulos, está asociado en forma instantánea al handball. O para los más puristas: al balonmano. Y desde 1972 hasta nuestros días ese apellido aparece ligado a ese deporte nacido en Alemania y que prendió fuerte en Mendoza en los años sesenta.

Daniel Yenarópulos abre la bocaza para sonreír orgulloso cuando describe a cada uno de sus hijos: “Los cuatro juegan al handball”. Y también para recordar una historia de amor nacida precisamente por ese deporte. Porque él e Isabel Estela, su esposa y compañera de toda la vida, se conocieron en el Instituto de Educación Física pero “los dos jugábamos en la UNCuyo y además yo era técnico. Antes ella era del Gimnasio Nº2 y la convencí para que jugara en el equipo que dirigía”. Así fueron conociéndose más y fue creciendo el amor en pareja, compartido por el amor al balonmano.

De esa relación llegaron Nadya, Mariel, Germán y Daniela, que también conjugaron esa fidelidad por ese juego rápido, a veces duro, atractivo y atrapante.

Pero vale mucho la historia de Daniel porque “llegué al handball de casualidad”. Y cuenta la historia: “Yo nadaba en Andes Talleres y al Lito Cersósimo se le ocurrió que podríamos armar un equipo de handball. Y entonces fuimos varios de natación, como yo y Claudio Capezzone; de básquetbol los Brioude (Raúl y Roberto), Vicente Pellegrino, y de hockey sobre patines Julito Briones. Así nació el equipo en Talleres y como ganábamos, seguimos. El equipo juvenil andaba bien y llegamos a las finales con San Vicente Ferrer por la zona de Capital. Serú y Social Maipú llegaron por la zona maipucina. Ganó Social y ése fue el primer torneo importante que jugué”.

Los hijos coinciden en aclarar que el padre nunca los presionó para que jugaran balonmano. Mariela recuerda que “fuimos con mi hermana a la escuela de verano y como actividad jugamos al handball y nos gustó”. Y sigue: “Empezamos con Hebe Caballero. Como las más chicas eran de 14, mi hermana Nadya tenía 12 y jugaba a veces; yo con 9 años no jugaba, pero iba a todos los partidos. Estuve tres años en el banco”.

Y dentro de las historias Daniel va desgranando nombres de compañeros, de rivales y salen Julito Contreras, los mellizos Fernández, el casi imbatible San Lorenzo de Russell de los setenta, los Argumedo, Laterra... Cada foto es un recuerdo, y rememora partidos que dejaron huellas. Y mientras tres de los Yenarópulos escuchan al padre aparece Patricia Losada, editora del suplemento económico del UNO, y renacen más historias. “A la Pato (arquera de la selección argentina mayor) la dirigí y estuve en Brasil como ayudante técnico en un Panamericano”. Y también nombra “al Petiso Parra (editor fotográfico), cuando en Chile se hizo la vertical arriba de la pelota después de una gran atajada”.

Para los chicos, que los dirija el padre es una presión extra: “Nos exige más, nos grita, insulta, pero todo para que mejoremos”, explica Mariel.

Germán dice que “jugamos con las camisetas 6 y 7, los mismos números que usaron papá y mamá”.

También Germán contó que hizo esgrima pero: “Era muy caro para practicarlo”.

Se meten en el mundo táctico del balonmano y se apasionan describiendo a los extremos, los armadores, los laterales, los circuladores de antes y los pivots de ahora. Hablan de la velocidad, del roce y de la goma para adherir la mano a la pelota, que antes no existía.

Y Daniel vuelve a decir: “Llegué por casualidad al handball y me quedé para siempre”.

Imágenes: Arriba: Papá feliz. Daniela, Mariel y Germán junto a su padre, Daniel, son apasionados por el mismo deporte.

Abajo: Papá y mamá. Arriba Daniel, como DT, y abajo, Isabel (7), como jugadora.