jueves, 18 de diciembre de 2008

Pascual Perez en Manila


El 15 de diciembre de 1958, el boxeador mendocino le ganaba en Manila, Filipinas, a Dommy Ursúa por puntos ante una concurrencia de 45 mil personas, que marcaron un récord para ese país. Era la 7ª defensa del peso mosca nacido en Tupungato.

”Pascual Pérez de Argentina dio una demostración magistral de boxeo esta noche al retener el título, contra el retador filipino Dommy Ursúa”.

También los comentarios de la pelea decían: “Las 45.000 personas que fueron a la pelea vieron el dominio del argentino. No hubo dudas respecto al ganador aunque el local conmovió al campeón por los menos tres veces con sus ataques furiosos. Pero el bailoteo y juego de piernas de Pérez y sus combinaciones de jabs de izquierda, con ganchos de derechas y golpes cruzados, se opusieron a los ataques del valiente filipino”.

El Rizal Memorial Stadium de Manila, la capital de las Islas Filipinas, tuvo el récord de asistencia para un pelea.

Al pequeño León mendocino de 49,800 kilos y 1,50 metros de altura no lo perturbaron la multitud ni los gritos de la gente. Pascualito no tuvo miedo escénico y mantuvo su invicto de 47 peleas, con 46 ganadas (36 por nocaut) y un empate.

El campeón argentino de 32 años resultó demasiado rápido y experimentado para el adversario de 25 años y de 50,800kg. El propio alcalde de Manila, el ex boxeador Arsenio Lacaon, elogió a Pérez: “Tuvo el dominio completo durante toda la pelea, hizo que Ursúa peleara como él quería. ¿No fue notable lo de Pérez?, siempre pegaba aunque fuera retrocediendo. Tiene un par de piernas maravillosas. Un soberbio boxeador”.

Y quizás esa definición sirva para describir las cualidades de un boxeador que muchos lo incluyen entre los mejores peso mosca de toda la historia.

El fallo fue unánime de los tres jurados que vieron ganador al argentino.

Un día antes de la pelea, el 14 de diciembre de 1958, Racing Club con el mendocino Pedro Manfredini se consagraba campeón del fútbol profesional de nuestro país, dos fechas antes del final.

Y ese mismo domingo concluía el Gran Premio de Turismo Carretera, que había recorrido 5.491 kilómetros por rutas argentinas, con la victoria de Juan Gálvez, quien necesitó 39 horas, 50 minutos y 28 segundos. Segundo fue Marcos Ciani y tercero Oscar Gálvez (nombre que lleva el autódromo de Buenos Aires). La última etapa unió Bahía Blanca con Capital Federal. El promedio de la carrera fue de 137 kilómetros por hora.

Pascual Pérez fue uno de los boxeadores de mayor trascendencia en la historia porque además había sido como amateur campeón olímpico en los Juegos de Londres en 1948. El 11 de noviembre de 1952 se hizo profesional. Y en 1954 le empató al japonés y campeón mundial Yoshio Sirai en el Luna Park. Por eso le dio oportunidad para pelear por el título y el 26 de noviembre Pascualito obtuvo la corona en Tokio.

Pérez no perdió el tiempo y peleaba muy seguido. Un ejemplo se da con el apretado calendario que tuvo al final del ’58 cuando peleó en Santo Domingo en agosto, en las Antillas Holandesas en noviembre –sin que estuviera en juego el título mundial–, en Filipinas en diciembre defendió el cinturón y volvió a combatir en Tokio en enero y en febrero. Como consecuencia, ante Sadao Yaoita perdió el invicto en la primera de las peleas del ’59.

En el ’60 perdería el título y nunca más lo pudo recuperar, aunque siguió peleando muy seguido por sus necesidades económicas debido a las malas inversiones.

Pero siguió siendo un León en el reino de los peso mosca.

Muchacho peronista
La recaudación de la pelea ante Ursúa fue de 1.138.000 dólares pero en esos tiempos las bolsas de los boxeadores eran inferiores a las actuales. A Pascualito le dieron 40 mil dólares y al local sólo 4 mil.

Esa vez, Pérez no dedicó públicamente su triunfo al ex presidente Juan Domingo Perón, exiliado en República Dominicana. Se comunicó por teléfono desde el hotel para comunicarle el resultado de la pelea.

La bolsa que le correspondió (40 mil dólares) la giró a República Dominicana.

El muchacho peronista era fiel a su líder político.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La noche mágica de Nicolino Loche


Fue tan mágica que acá, en esa mañana del 12 de diciembre de 1968, el país entero prendió la radio para seguir la pelea por el título mundial de los welter juniors

Esa noche en Japón fue mágica. Tan mágica que acá, en esa mañana del 12 de diciembre de 1968, el país entero prendió la radio para seguir la pelea por el título mundial de los welter juniors. 

Y ese hombre mendocino de 29 años que ya había hecho una larga carrera boxística estaba frente a frente, en Tokio, con el campeón mundial, el japonés Paul Fuji, para tratar de quitarle el título. 

Ni hablar en esos tiempos de peleas por TV en directo, recién unos días después, los argentinos pudimos ver el show de Nicolino en blanco y negro. ¡La pelea por el título mundial en diferido! 
Hace exactamente 40 años, El Intocable, como se lo apodaba a Locche por su inconfundible estilo para esquivar los golpes, le daba a Argentina el tercer título mundial de boxeo después de los de otro mendocino, Pascual Pérez, y Horacio Accavallo. 

El Veco fue el enviado especial de El Gráfico y escribía: “Allí está el Intocable, trabajando con la izquierda adelantada. Fuji no sale a apurar y tira un golpe que se pierde en el aire”. Así terminarían la infinidad de golpes que tiró el campeón. “La izquierda de Locche ya es un látigo en esa primera vuelta”, y esa iba a ser otra de las características del combate. 

Mientras Locche mantenía el centro del ring, el hawaiano-japonés trataba de llegar en corta distancia “pero los 3 meses de entrenamiento de Locche están vivos en esas piernas que se entregan en una danza continua, casi sin tocar el piso, no ofreciendo jamás un blanco fijo”, escribía el periodista en El Gráfico Nº2.567, que por estos días es un objeto para coleccionistas. 

“Fuji trata de arrinconar a Locche en una esquina neutral y se va a lo toro a buscarlo. Pero Nicolino ya no está y Fuji se zambulle espectacularmente, y cae sobre la piscina de lona... un campeón mundial en el ridículo máximo para un boxeador, y el torero de pantalones cortos allí al lado”, decía la crónica. 

La gente en el estadio en Tokio enmudecía y no podía creer que un boxeador escapara tantos golpes y que el de enfrente fuese tan efectivo para esquivar y tan exacto al pegar. 

La cara de Fuji se iba agrandando, sus ojos se achicaban aún más, porque los golpes de Nicolino llegaban seguros y muy seguidos. 

Ya en el quinto round se cerraba al todo un ojo de Fuji. La izquierda del mendocino sigue martillando en la cara de Fuji: “La zurda de oro sigue su monólogo virtuosista”. 

En el 7º round se notaría que a Fuji le había costado dar el peso (63,500kg), avanzaba y se perdía entre tanto Intocable que tenía enfrente. El pupilo de Don Paco Bermúdez estaba cada vez más seguro, como si hubiese nacido en Tokio. 

El noveno fue la exhibición mayor con Nicolino colocando cada golpe en la cara del local. Fuji parecía aturdido, ciego y atormentado. No aguantó más. 

En el décimo, Fuji no salió a pelear y el árbitro Nick Pope le levantó la mano al nuevo campeón mundial. 

El gran Nicolino, el mago, el Chaplin, había consumado la obra más brillante de su vida.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Don Alfredo Di Stéfano del ’69


14 de diciembre de 1969. Boca era el mejor del Nacional. El equipo, que era dirigido por Alfredo Di Stéfano, lograba empatar con River en la última fecha y daba la vuelta en el Monumental. Jugaba el mendocino Roberto Rogel, surgido del Lobo del Parque. Ese Boca perdió un partido de los 17 jugados y fue contra San Martín de Mendoza. Por la 13ª fecha el Chacarero lo derrotó de visitante por 1 a 0, con gol de Achaval.

“Ese Boca había crecido de la mano de Alfredo Di Stéfano. Pienso ahora en lo que debe sentir un jugador de fútbol cuando frente a él se planta un entrenador como Di Stéfano, verdadera leyenda viva en el fútbol mundial, considerado como uno de los los 3 o 4 mejores de todos los tiempos”, escribió Roberto Fontanarrosa en su libro No te vayas campeón, en un capítulo titulado “Más velocidad que blindaje”, referido al Boca campeón de 1969.

Por eso, en esta página están los testimonios de dos personas que vieron a ese equipo dirigido por Alfredo Di Stéfano. Uno es el Negro escritor y dibujante fallecido el año pasado, gran admirador y asiduo poblador de las tribunas del fútbol argentino. Y el otro es propio director técnico, en su libro de memorias Gracias, vieja.

El 14 de diciembre de 1969 Boca se consagraba campeón al empatar con River en el Monumental por la 17ª y última fecha, con el mendocino Roberto Rogel, surgido de Gimnasia y titular indiscutido en uno de los mejores equipos argentinos de toda la historia.

Fontanarrosa lo definía así: “Armó un equipo de Boca (...) liviano, flexible, modular, basado en el manejo de la pelota y la habilidad antes que en la lucha y la garra, atributos básicos de la cultura xeneize”.

“Di Stéfano, quizá debido a su pasado de jugador polifuncional de no atarse a ningún rincón del campo de juego, ubicó allí, de 5, al Muñeco Madurga, que tenía una enorme movilidad, muy buen manejo, toque y definición. Sacudió a la cátedra partiendo desde la mitad de la cancha, raudo, para llegar al vacío a convertir como el más acostumbrado de los definidores... rodeado de un grupo de jugadores de su misma sintonía”.

“Por si la cuota de talento y creatividad fuera escasa, también estaba Rojitas. La cintura más famosa del fútbol argentino. En ese conjunto podía hallarse también la cuota de vigor y potencia que todo hincha de Boca reconoce. Rogel acompañaba a Meléndez, como para hacer más notorias las diferencias de estilos”.

Don Alfredo escribió sobre ese equipo: “Hacíamos cosas como el Madrid mío. Jugábamos un 4-3-3. A mí me gustó siempre que el delantero centro se tirara atrás (Novello) para tener superioridad numérica. Tenía dos punteros abiertos que eran maravillosos (Ponce y Peña). Cuando teníamos la pelota , se iban cuatro volantes y el lateral derecho (Suñé), que era un espectáculo”.

También recordó “cuando debutó el pibe Peña y los hinchas del Boca decían: ‘Pero, ¿quién es éste?’, debutaba contra Independiente, que tenía un lateral izquierdo que era uruguayo, que fue famoso, Pavoni. Al final del partido, vino el uruguayo y me dijo: ‘Maestro, ¿qué me has puesto, un defensa central aquí al lado mío?, me cagó a patadas...’ Ésa era la personalidad que tenía Peñita con 18, 19 años y era potente, fortísimo. ‘A ese Pavoni te lo tenés que comer’, le contesté. Y vaya si se lo comió, ganamos 3 a 1. Otro especial era Rojitas. Un chico caprichoso, de esos que necesitan que les des cariño, que les pasés la mano por el cuello. Como jugador de fútbol era un caradura de primera. Le daba lo mismo enfrentar a tres en el área, se los comía, se los llevaba y estaba Madurga, de esos mediocampistas que van en profundidad y se meten al área no al lateral. Con Novello se entendían de maravilla, porque en el fútbol los dúos, las parejas son fundamentales...”.

Si lo dice don Alfredo, es palabra autorizada.

Muy efectivo

29 puntos sumó Boca con una notable efectividad con 17 jugados, 13 ganados, 3 empatados y uno perdido. Tuvo 35 goles a favor y 11 en contra, y superó a San Lorenzo y River con 27.

Al ganador le daban 2 puntos por triunfo y si fuese como en la actualidad hubiese sumado 42 unidades en 17 partidos. 

Imágenes

Boca del ’69. Rogel, Meléndez, Sánchez, Suñe, Madurga y Marzolini. Abajo: Ponce, Rojas, Novello, Medina y Peña.

Don Alfredo. Antonio Roma y Di Stéfano gritan un gol desde el banco.

Sólido. El mendocino Rogel.

jueves, 4 de diciembre de 2008

La pelea Alí - Bonavena


El 7 de diciembre de 1970, el boxeador argentino Ringo Bonavena caía por nocaut técnico en el 15º round con Mohamed Alí en el Madison Square Garden, de Nueva York. Fue una gran pelea de Ringo, que logró derribar al "más grande de todos los tiempos".

Se mimetizó con su ídolo. Copió muchas de las conductas que habían hecho grande a Cassius Clay (que en su conversión musulmana sería Mohamed Alí).

Por eso, en la vida loca de Oscar Natalio Bonavena estaba el Ringo boxeador, el Ringo cantante (con el famoso Pío pío cantado en el programa de Pipo Mancera), el Ringo actor (en el teatro El Nacional con Zulma Faiad), el Ringo empresario (tenía un café-bar con su nombre) y tantos otros, que llamaban la atención en cada paso.

Ese hombre nacido en 1942 se hizo boxeador y comenzó a ganar entre los aficionados. Logró dos títulos a nivel argentino y sudamericano pero en 1963, cuando tenía enfrente a Lee Carr en el Panamericano de San Pablo, Brasil, le mordió el pecho a su rival y fue descalificado. La Federación Argentina de Boxeo lo sancionó.

Por esa razón emigró a Estados Unidos y se hizo profesional. Su debut ante Lou Hicks lo ganó por KO en el primer round y así comenzó su carrera en los rings de Norteamérica. Era el 1 de marzo de 1964.

Unos días antes, el 25 de febrero de 1964, Cassius Clay (el campeón olímpico de Roma en 1960) se convertía en un joven campeón mundial de peso pesado al vencer a Sonny Liston.

El Bocón de Kentucky había logrado su objetivo y vaticinaba en cada pelea cuando iba a derribar al que tenía enfrente. Se pasaba a llamar Mohamed Alí.

Y Bonavena tenía su espejo en ese moreno, no tan moreno. En el Norte lo bautizaron Ringo y recién en su novena pelea perdió con el experimentado Zora Folley.

Con la sanción de la FAB ya levantada decidió volver a Argentina, a su querido barrio de Parque Patricios, para ver a Huracán (“Somos del barrio, del barrio de la Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena...”.

Ganó seis choques hasta que le llegó la ocasión de pelear por el título argentino ante Goyo Peralta. Se dice que había 22.970 personas esa noche del 4 de setiembre en el Luna Park, lo que constituía un récord de público. Después lo modificaron, le pusieron butacas y se achicó la capacidad.

Alí seguía defendiendo el título mundial y en 1967 se negó a incorporarse al Ejército por su condición de musulmán y porque no estaba de acuerdo con la guerra de Vietnam que sostenía su país. Lo consideraron desertor y le dieron cinco años de prisión y una multa. Además, las autoridades del boxeo declararon vacante su título mundial.

Las ganas de Alí de volver a combatir eran enormes. Le levantaron la sanción civil y deportiva en 1970 y volvió a pelear el 26 de octubre al vencer a Jerry Quarry por nocaut.

En tanto, Bonavena se había ganado el respeto con una campaña espectacular en tiempos en que había un solo campeón mundial por categoría. Ringo había peleado con ex campeones mundiales y con otros que se convertirían en los mejores como Jimmy Ellis o Joe Frazier.

Y el 7 de diciembre de 1970 se encontrarían en un ring dos de los boxeadores más mediáticos que ha dado la historia. Bonavena le dijo “gallina” a Alí en la ceremonia del pesaje y se despachó con varias de sus frases nada menos que frente al gran Bocón.

Ringo protagonizó una de sus mejores peleas y llegó a tirar en el séptimo round a su rival. Estaba encaminado a ganar por puntos o al menos a empatar, pero en el fatídico 15º round Alí lo tiró tres veces y reglamentariamente era nocaut técnico. El argentino perdió uno de sus más grandes combates, pero se ganó el cariño y la fama por su guapeza.

El fanfarrón, el loco, el inmaduro, el carismático tuvo su noche de fama en el Madison Square Garden el 7 de diciembre de 1970.

Ringo fue inigualable.