domingo, 21 de marzo de 2010

Una mujer en la Fórmula 1


El 1 de marzo de 1975 debuta Lella en la F1 la italiana Lombardi en el Gran Premio de Sudáfrica, pero abandonaba por problemas con la alimentación de nafta. Fue la segunda mujer en correr un GP en esa categoría y la única que sumó en una carrera. 


Una Gringa veloz

Maria Grazia Lombardi tenía agallas y no le temía al peligro. Su actitud ganadora la llevó a conducir de adolescente el camión de su padre, y eso le dio la posibilidad de sacar su carnet de conductora.

Pero después la chica comenzó a sentarse en autos, que manejaba a grandes velocidades. Le vieron condiciones para dedicarse al automovilismo y en 1965 comenzó a correr en la fórmula 850 de Italia. Después piloteó un Lancia HF en el nacional de turismo en circuito y también pasó por un Alfa y un BMW.

Le gustaron los monoplazas, y por eso desde 1969 participó en la fórmula Ford italiana, en donde logró un título nacional, y después en la fórmula Monza. También participó en la Fórmula III en el campeonato europeo, con un Brabham BT40.

La muchacha tenía coraje suficiente para sentarse en esos autos, casi al ras del piso, y superar los 200km por hora. Llamaba la atención su capacidad en un mundo con mayoría de hombres. 

Ella los desafiaba y le surgió la posibilidad de subirse a un Fórmula 1. Fue en la clasificación para el Gran Premio de Inglaterra en1974, aunque no clasificó con su Brabham BT 42-Ford Cosworth, con el insólito 208.

Pero en 1975, logró el objetivo. El 3 de marzo, en Sudáfrica, compitió con un March 741/2-Ford Cosworth privado (Beta Utensili Team). Y pudo largar un Gran Premio, pero debió abandonar por un problema de alimentación.

Quedaría en la historia de la F1 el 27 de abril, en el peligroso circuito urbano de Montjuic en Barcelona. En las clasificaciones se produjeron muchos roces e incidentes, y una de las voces más enérgicas la tuvo el brasileño Emerson Fittipaldi, campeón mundial de 1972 y'74, según cuenta la historiadora Marily Trincavelli de Schwander.

Tras la largada, Fittipaldi abandonó por protesta. La tragedia llegó en el giro 25 (la carrera era de75), cuando el alemán Rolf Stommelen con un Hill GH1-Ford Cosworth, perdió el alerón de atrás a más de 250km/h y el auto voló hacia la tribuna y mató a 5 espectadores. El piloto terminó con sus piernas fracturadas. La carrera se suspendió a las 29 vueltas, con Jochen Mass (McLaren) como ganador. 

Al no cumplirse la mitad de la carrera, las autoridades tomaron la decisión de tomar la clasificación final y dar sólo la mitad de los puntos estipulados. La italiana Lella Lombardi circulaba en la sexta posición y obtuvo medio punto.

Esto la convirtió en la única dama que lograría sumar en el Campeonato de pilotos de F1 a lo largo de la historia. En las 11 carreras restantes de ese año, tuvo 6 abandonos, no se clasificó en Mónaco, llegó en el 7º lugar en Alemania (Nürburgring), fue 14ª en Holanda, 17ª en Austria y 18ª en Francia, siendo su mejor clasificación el 17º puesto de largada logrado en Bélgica (Zolder). 

En 1976, ya con poco apoyo, corrió para RAM, con escasa suerte en Inglaterra, Alemania y Austria.

Lombardi después corrió en otras categorías, como en los torneos de resistencia, y también fue segunda en 1981 en los 1.000 Kilómetros de Monza. Además participó en el Campeonato Británico de Turismo. 

Esta italiana bajita estuvo signada por el mes de marzo. Nació el 26 de 1941, debutó en la F1 un 1 de ese mismo mes y falleció un 3 de marzo 1992 de cáncer.

Mujeres en la Fórmula 1
La italiana Maria Teresa de Fillipis fue la pionera de las mujeres al frente de un auto de Fórmula 1. Y junto con Lella Lombardi fueron las únicas en formar parte de una carrera.
Otras tres que intentaron el sueño de la F-1 fueron Divina Galica (inglesa), Desiré Wilson (sudafricana) y Giovanna Amati (italiana), que no llegaron a clasificarse nunca.

De Fillipis corrió en 5 grandes premios entre 1958 y 1959 (Maserati y Porsche), y su 10º puesto en Bélgica '58 fue un hito.




1975 para Niki Lauda.  En ese campeonato de Fórmula 1 de 1975 el austríaco Lauda fue el campeón con 64 puntos; segundo fue Fittipaldi con 45, y tercero quedó el argentino Carlos Reutemann con 37.

jueves, 11 de marzo de 2010

Nacía el goleador de Boca

Anotado como Roberto Cerro -después ese apellido se transformaría en Cherro-, en el barrio de Barracas nacía el niño que sería el goleador de Boca, contando la época amateur y profesional. Palermo ya lo igualó.

Ese 23 de febrero de 1907 se asomaba al mundo un niño, al que bautizaron como Roberto Eugenio Cerro, que trascendería como el máximo goleador de Boca Juniors de toda su historia.
Ese niño empezó a jugar con diez años en el club de su barrio, el Sportivo Barracas, llevado por su hermano Felipe. La pronunciación de su apellido en italiano era "cherro" y de ahí quedó el nuevo apellido. A los 17 años debutó en primera contra Porteño, cayendo 1 a 0. En 1925 pasó a Ferro, integrando una cuarta división magnífica junto con Arico Suárez (con el que se reencontraría en Boca) y Renato Cesarini.

Era de físico robusto -de primera impresión parecía que estaba excedido de peso (80 kilos)- y de cara redonda. Fueron épocas del amateurismo y Cherro, desde 1926, jugó en Boca, que ya tenía trascendencia por su gran convocatoria y fama mundial después de la gira por Europa de 1925.

Con la Selección argentina consiguió la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam y además el segundo lugar en el primer Mundial de 1930 en Montevideo, aunque por lesiones no pudo estar en ninguna de las finales perdidas ante los uruguayos.

En ese amateurismo en nuestro país, que no era tal y estaba disfrazado, porque los jugadores ya cobraban aunque no tenían contrato profesional, Cherro jugó del '26 al '30, un total de 117 partidos, y marcó 112 goles, porque 4 partidos fueron anulados y en ellos había hecho 3 tantos.

El profesionalismo se inició en el torneo de 1931 y Boca fue campeón con 19 goles de Cherro en 30 partidos. Uno de sus compañeros en el ataque de Boca era nada menos que Francisco Varallo, otro de los goleadores históricos del xeneize. De 34 partidos, ganó 22, empató 6 y perdió 6, con 86 goles a favor.

Tenía dos apodos debido a su juego. Uno era Cabecita de oro, por su notable precisión en el juego aéreo, al igual que el actual goleador Martín Palermo. El otro apodo era El apilador, por su capacidad de gambeta a la carrera, que iba apilando rivales a su paso.

En 1933 tuvo un notable desempeño en la Selección argentina cuando venció a Uruguay por 4 a 1 con sus 4 goles. En el '34 volvió a ser campeón con Boca y logró 22 goles en 33 partidos. Repitió el título en 1935, con 16 goles en 27 partidos.

El '36 fue un año negro para Cherro, porque en la 4ª fecha, ante Vélez, agredió a un árbitro y fue suspendido por 6 meses.

En 1937 vuelve a ser el goleador notable con 20 tantos en 33 partidos. Pero increíblemente en el torneo siguiente la dirigencia le pidió el retiro porque lo consideraban un veterano a los 31 años. En ese 1938 hizo su último gol, para llegar a 106 en la era profesional. Sumados a los de la época amateur son 218 en la primera de Boca.

Murió a los 58 años, el 11 de octubre de 1965, con su récord vivo.

Su marca está a punto de ser superada después de 72 años, Maestro.

De amateur
112 goles logró en la era amateur, de 1926 a 1930, entre copas y campeonatos, cuando el fútbol argentino estaba dividido en dos asociaciones.

De profesional
106 goles hizo en la época profesional del '31 al '38, con tres títulos incluidos. Suma 218 goles y Martín Palermo lleva 216. Está cerca.

301 partido en Boca
Son los que jugó Roberto Cherro entre 1926 y 1938. Fueron 305, con 221 goles, pero se anularon 4 partidos y 3 goles. Quedó la estadística en 301 y 218 goles en la primera de Boca.

sábado, 20 de febrero de 2010

Cortázar contó una pelea de Monzón




El 9 de febrero de 1974, el boxeador argentino defendía con éxito su título de campeón del mundo de los mediano, ante el campeón del mundo de los welter, José Nápoles, que abandonó en el 7º round, en París. Julio Cortázar lo contó
.


"Había llovido la noche anterior y la gente no se apartaba de los tablones, ya desde la salida del metro orientándose por las enormes flechas que indicaban el buen rumbo y Monzón-Nápoles. A todo color. Vivo, Alain Delon, capaz de meter sus propias flechas en el territorio sagrado del metro aunque le costara plata...", dice en el principio el cuento La Noche de Mantequilla, en el libro Alguien que anda por ahí, del argentino Julio Cortázar.

Ese 9 de febrero de 1974 el afamado actor francés había logrado organizar la pelea entre los dos campeones de ese momento, de mayor prestigio. En tiempos en donde sólo existía el Consejo Mundial y la Asociación Mundial, ambos eran campeones de los dos organismos. Nápoles, un cubano nacionalizado mexicano, era el mejor en el peso welter y subió de peso para enfrentar al argentino Carlos Monzón, campeón de los peso mediano.

"La gente se divertía sobre todo con lo que pasaba fuera del ring, la llegada de un espeso grupo de mexicanos con sombreros de charro pero vestidos como lo que debían ser, bacanes capaces de fletar un avión para venirse a hinchar por Mantequilla desde México, tipos petisos y anchos, de culos salientes y caras a lo Pancho Villa, casi demasiado típicos, mientras tiraban los sombreros al aire como si Nápoles ya estuviera en el ring, gritando y discutiendo antes de incrustarse en los asientos del ringside".

La pelea se hizo en una carpa de circo, en las afueras de París, Villa de Puteaux. Las doce mil entradas se agotaron rápidamente. Nápoles era un fuerte peleador con una técnica exquisita que bajaba cada rival que le ponía enfrente. Fue campeón del '69 al '75 (perdió una pelea y recuperó el título) e hizo 12 defensas. Monzón hacía su novena defensa ante Nápoles, desde que logró el título en 1970.

"... Y atrás un francés explicando que a Monzón lo iba a ayudar la diferencia de estatura, golpes de estudio, Monzón entrando y saliendo sin esfuerzo, round casi obligadamente parejo. Nápoles pega duro... dos veces había visto a Monzón tirarse atrás y la réplica llegaba un poco tarde. Era como si Mantequilla comprendiera que su única chance estaba en la pegada, boxearlo a Monzón no le serviría, como siempre le había servido, su maravillosa velocidad encontraba como un hueco, un torso que viraba y se le iba mientras el campeón llegaba una, dos veces a la cara y el francés de atrás repetía ansioso ya ve, ya ve cómo lo ayudan los brazos...en la tercera vuelta Mantequilla salió con todo y entonces lo esperable...Monzón contra las cuerdas, un sauce cimbreando, un uno-dos de látigo, el clinch fulminante para salir de las cuerdas".

Cortázar en su cuento sigue con esa maravillosa crónica de la pelea: "Mantequilla que se estaba jugando a fondo en la quinta vuelta, ahora con un público de pie y delirante, los argentinos y los mexicanos barridos por una enorme ola francesa... que atisbaba las reacciones, el juego de piernas, al final apenas uno que otro festejando idiotamente un golpe aparatoso y sin efectos mientras se perdía lo que de verás estaba sucediendo en ese ring donde Monzón entraba y salía... Mantequilla cansado, tocado, batiéndose con todo frente al sauce de largos brazos que otra vez se hamacaba en las sogas para volver a entrar arriba y abajo, seco y preciso".

Fue una de las peleas más brillantes de Carlitos, considerado uno de los mejores peso mediano de la historia del box. El castigo fue duro, el cubano-mexicano resistía, mientras Monzón lo demolía en pie.

"Los hinchas de Nápoles lo alentaban casi como despidiéndolo...Monzón buscaba la pelea y la encontraba entrando en la cara y el cuerpo mientras Mantequilla apuraba el clinch como quien se tira al agua, cerrando los ojos. No va a aguantar más. Monzón esperando para volver con un gancho exactísimo en plena cara, ahora las piernas, había que mirar sobre todo las piernas... resbalaban de lado o hacia atrás, la cadencia perfecta... Eso es un campeón. Carlitos, carajo".

Todo el mundo parado a la espera de la campana del séptimo round, un brusco silencio incrédulo y después el alarido unánime al ver la toalla en la lona. Monzón avanzando con los guantes en alto, más campeón que nunca, saludando antes de perderse en el torbellino de los abrazos y los flashes. Mantequilla abandonaba para no ser el punching-ball de Monzón".
Noche inolvidable. Maravilloso Cortázar. Usted sabía de boxeo.

Un lío bárbaro por la orina
Para esa noche de febrero del '74 Amilcar Brusa, DT de Monzón, y Tito Lectoure, el manager, habían pedido el control antidoping. Después de la pelea, la incomodidad del camarín, una casa rodante y la cantidad de gente no permitieron que se tomaran las muestras de orina. Monzón se fue al hotel y de ahí a cenar.

Los dirigentes esperaron al campeón hasta pasadas las 3 de la mañana. Orinó en un vaso y no en el frasco que tenían los bioquímicos. La prueba no sirvió y se informó sobre lo sucedido. Eso llevó a una multa que llevaría después a una sanción del Consejo Mundial, que le quitó el título (la asociación no se lo quietó). Después lo recuperó ante Valdez. Y fue el gran campeón.

14 defensas por el título
Carlos Monzón ganó el título del mundo en 1970 y luego de 14 defensas se retiró en 1977. Nunca perdió siendo campeón. Nació el 7/8/42 y murió el 8/1/95.