jueves, 16 de octubre de 2008

Gladys de Palmira


El 18 de octubre de 1978 se acababa una vida ejemplar. Gladys Ortega, una campeona mendocina, argentina y sudamericana de atletismo, moría tras sufrir una penosa enfermedad, y le dio vida a un hijo. Éste es un homenaje para esa gran deportista.

Miraba hacia adelante, calculaba los pasos, con su mano derecha tomaba la jabalina e iniciaba la carrera para despedir el implemento, que volaba por los aires y se clavaba.

La historia de esa niña que nacía el 21 de mayo de 1951 entraría para siempre en el recuerdo 27 años después, cuando el 18 de octubre de 1978 se apagaría para siempre.

Poco después de su nacimiento, su familia se trasladó de Guaymallén a Palmira y ahí Gladys Ortega vivió su infancia y juventud.

Agarraba el disco de metal, se metía en el círculo de lanzamiento y tras unos instantes de concentración, iniciaba la técnica difícil de balancear su brazo derecho de adelante para atrás, hasta iniciar los giros que le daban impulso para el sacar el tiro.

Sin ser gordita, su físico robusto le permitió realizar con éxito los juegos lógicos de su edad, mientras iba a la escuela primaria Martín Güemes.

Después en la secundaria, en la Escuela de Comercio de Palmira, en las clases de Gimnasia el profesor José Olguín le vio condiciones para el atletismo y la indujo para que compitiera en forma federada.

Su físico y potencia la llevaron a practicar las especialidades de los lanzamientos, en donde rápidamente se hizo invencible entre las chicas de su categoría.

Con la bala se disponía a realizar el lanzamiento, y apoyaba la bola de acero en su cuello, y así iniciaba la cadencia de movimientos perfectos hasta que la bala salía despedida de la punta de sus dedos. El grito de desahogo tras el esfuerzo, era sinónimo de un buen envío.

Así, la niña se iba haciendo mujer y acumulaba medallas en los torneos intercolegiales. Por eso pudo viajar representando a Mendoza y ganar sus primeros títulos a nivel nacional.

Acaparaba los primeros lugares en los lanzamientos de bala, disco y jabalina. No quería una dedicación exclusiva, porque le sobraban aptitud y capacidad para las tres especialidades.

Llegó el Sudamericano de juveniles y en la inauguración de la pista San Bernardo Do Campo, en San Pablo, Brasil, Gladys demostró sus condiciones y logró el primer lugar con récord sudamericano en bala. Además se traía el segundo puesto en disco y jabalina. En la revista El Gráfico la destacaron y titularon “Un puñado de futuro” en setiembre de 1968.

A partir de esa fecha siempre fue capitana de los equipos nacionales que participaban en los sudamericanos, en los nunca dejó de traerse una medalla. Así ocurrió en Ecuador (1969), Chile (1971), Perú (1973), Brasil (1975) y Uruguay (1977).

Ya era profesora de Educación Física y se había casado con otro atleta palmirense y profesor: Leandro Espínola.

Precisamente su ejemplo y sus títulos llevaron a muchos chicos de esa ciudad a integrarse a la Agrupación Atlética Palmirense (tenía una pista de tierra al lado de la cancha del Atlético Palmira). Con medios más precarios que otros clubes o entidades más poderosos de esos momentos, desde allí salieron muchos campeones con récords mendocinos y argentinos.

La mujer atleta era también mujer profesora y también quiso ser mujer madre. Una penosa enfermedad la atacó, pero no pudo cortar el embarazo. Ni tampoco el nacimiento de su hijo, Leandro Gastón, el 4 de octubre de 1978.

Ella participó en el último torneo de su vida desde la cama del hospital, luchando con la misma fortaleza que lanzando una bala o un disco. Se cortaría su vida el 18 de octubre del ’78 y quedaría su nombre en alguna pista, en aulas y en la rica historia del atletismo mendocino.

La piba de físico ancho, hace tres décadas que compite desde otro ámbito mientras por estos lugares terrenales Leandro Espínola sigue siendo profesor, y Gastón, que ya cumplió los 30, se divierte trabajando en un supermercado. Ambos estarán recordando a Gladys, como siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sería bueno saber qué pasó con el proyecto de ley de institucionalizar las "Becas Deportivas" (presentado en el 2007)en la Legislatura y que llevaría el nombre de "Prof. Ricardo Soloa" y "Prof. Gladys Ortega". Era un excelente proyecto pues de esta manera no dependería de ningún gobierno de turno el apoyeo a los deportistas federados.