jueves, 19 de febrero de 2009

Operación Fangio


Producto de un secuestro por parte de los guerrilleros cubanos comandados por Fidel Castro, el piloto argentino cinco veces campeón mundial no pudo competir en la carrera de La Habana. No hubo violencia.

E ra el quíntuple campeón mundial y seguía deleitando a los aficionados con su manejo. Por esos días de febrero de 1958 Juan Manuel Fangio se paseaba por las calles de La Habana gobernada por Fulgencio Batista, mientras en las Sierra Maestra los hombres del Movimiento 26 de Julio hacían la guerrilla.

El piloto argentino había llegado con todo el circo de los autos sports para participar del Gran Premio de Cuba, el 24 de febrero y finalmente no pudo competir porque fue víctima de un secuestro perpetrado por los hombres que dirigía Fidel Castro.

Fue uno de los golpes propagandísticos más grandes y la noticia de los rebeldes cubanos secuestrando a Fangio se expandió por todo el mundo. Fidel, el Che Guevara y los suyos lograron el cometido de hacerse conocer y de desprestigiar al gobierno de Batista. Fue la Operación Fangio.

El propósito primordial del gobierno consistía en proyectar una imagen de tranquilidad en el país. La atracción era Fangio. Era una figura renombrada en Cuba y por ejemplo aquel niño que se destacaba por su velocidad era llamado Fangio. Lo mismo ocurría cuando alguien desplegaba rapidez por cualquier motivo. También se decía “éste se cree Fangio” cuando un conductor iba muy rápido.

La historia, hecha película, la cuenta el escritor Roberto Carozzo en su libro Cuando un hombre es más que un mito.

Fangio, con su simpleza y su sabiduría, mantenía una charla en el hotel Lincoln. Todos bañados y perfumados se alistaban para ir a cenar. Un joven morocho, alto, con voz temblorosa, dijo: “Disculpe, Juan, me va a tener que acompañar”. Sorprendido, el argentino le respondió que no lo conocía. “Soy del Movimiento 26 de Julio”, agregó el extraño personaje, que descubrió un revólver. Rápido de reflejos, Fangio observó que palparon de armas a su chofer. Había tensión en el hall del hotel Lincoln. Fangio permanecía inmóvil. Uno hizo un gesto extraño y el instigador, ya muy nervioso, advirtió: “Si alguien se mueve, la consecuencia es para usted”, mientras miraba fijo al piloto.

Fangio reaccionó, pero a favor del secuestrador. “Lo vi tan nervioso que me dio miedo, por lo que le dije ‘vamos’. Y salimos”. Con el tiempo, Fangio bromeaba: “Yo esperaba que el custodio disparara y yo me tiraba al piso, como en las películas”. Pero no fue así. El resto, sucedió como en el cine. La advertencia de que nadie saliera hasta cinco minutos después, unos metros de tensa caminata, hasta un Plymouth negro y la acelerada violenta. Allí le informaron que el secuestro no era personal y que “disculpara las molestias ocasionadas”.

“Me llevaron a una casa a la que subimos por una escalera de incendios. Entramos en un cuarto donde había una mujer con un chiquito. Y había un tipo que estaba enfermo, o herido, en una habitación de al lado. Ahí se quedaron dos personas conmigo. Las otras se fueron. La señora me pidió que le firmara un autógrafo para su hijito. ‘¿Quiere que le ponga fecha?’ , le pregunté. ‘Sí, va a ser muy útil para nosotros’”.

De allí, otro rally por caminos cubanos a otra casa, y desde allí nuevamente a una tercera, adonde ingresan con los ojos destapados. “Celebraron el éxito del secuestro y en un jardín comimos todos juntos papas fritas con huevos”.

Allí Fangio se enteró de que el plan estaba pensado desde el año anterior y le contaron las aberraciones del gobierno de Batista y la lucha por un ideal. “Yo sugerí que me entregaran en la Embajada argentina”. El entonces representante del gobierno argentino en Cuba era Raúl Guevara Lynch, primo del Che. Tras 27 horas de cautiverio, la entrega se realizó en un edificio cercano al centro de La Habana.

Fangio hizo una estrecha amistad con sus secuestradores y años después los vio en Argentina y también cuando viajó a Cuba invitado por Fidel.

No participó de la carrera en El Malecón pero Fangio fue más noticia “que cuando ganaba los títulos mundiales ”.

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